Manila (EFE).- El volcán Mayón de Filipinas vuelve a rugir. Desde que hace días comenzara a expulsar lava, roca y dióxido de azufre, un gas peligroso para la salud, unas 20.000 personas han tenido que ser evacuadas de sus casas y más de 600 han necesitado atención médica por problemas respiratorios. Las previsiones sismológicas no son del todo halagüeñas y apuntan a que la actividad volcánica pueda durar tres meses más.
A continuación, la cronología de este accidente natural que tiene conmocionado a Filipinas.
Primeras evacuaciones y nivel de alerta 3 (sobre 5)
Alrededor de 10.000 personas residentes en la provincia de Albay (al este de la isla de Luzón, noreste del país) comenzaron a desalojar sus viviendas a primeros de mes. Había entonces riesgo alto de erupción y las autoridades situaron el nivel de alerta en un 3 sobre 5.
La evacuación alcanzó a todas aquellas personas que vivían en un radio de menos de 6 kilómetros. Hubo tensión y miedo entonces, y según relataron por teléfono a EFE testigos presenciales, se vivieron escenas caóticas.
Las más comunes fueron de personas que volvían corriendo a sus casas para recoger enseres olvidados y de ciudadanos que, ante el temor de que les robaran objetos personales o ganado, se resistían a abandonar sus hogares.
El presidente del país, Ferdinand Marcos Jr., intentó calmar a la población y anunció la preparación de 179.000 paquetes de comida para repartir durante los días siguientes entre las personas afectadas. Avanzó, además, la liberación de un fondo de 114 millones de pesos (1,8 millones de euros) para atención y asistencia.
Expulsiones de rocas y emisiones de azufre
El Instituto Filipino de Vulcanología (Phivolcs) es el organismo encargado de hacer seguimiento de la actividad del volcán, y por tanto, de fijar los niveles de alerta. Efectúa informes diarios.
El pasado 9 de junio, por ejemplo, informó sobre la existencia de un terremoto volcánico que ocasionó 59 caídas de rocas y la emisión de 417 toneladas de dióxido de azufre. Esto provocó que se vieran en el cielo destellos rojos de lava. Un día más tarde, por citar otro ejemplo, precisó que se produjeron 177 caídas de roca.
Las evacuaciones continuaron el fin de semana del 10-11 de junio. Cerca de 13.000 personas de unas 3.500 familias salieron de sus casas por el peligro que generaba el volcán, que no paraba de expulsar rocas y lava.
Los peligros del Mayón
Mayón no ha cesado de escupir ceniza y gas en formas de columnas, visibles desde largas distancias.
Además, la actividad del magma que está en el cráter, así como la subida de la presión, ha desencadenado otro efecto natural (y visual): una bóveda de lava en la cima.
Las expulsiones de roca no conforman el único peligro para la población. También las emisiones de dióxido de azufre. El Ministerio de Salud ha advertido a la población de los riesgos de inhalar este gas, propio de las erupciones volcánicas.
El 13 de junio, el número de personas evacuadas se elevó a 14.000 y las autoridades empezaron a hablar de que la actividad volcánica y los consiguientes riesgos para la población podrían alargarse varios meses.
“Basándonos en nuestras experiencias anteriores, esta actividad volcánica puede persistir durante unos meses”, advirtió en una entrevista con el medio local Radio DZMM el director de la agencia sismológica de Filipinas (Phivolcs), Teresito Bacolcol. La incertidumbre sobre cuánto podría durar la amenaza del volcán se convirtió en el principal motivo de preocupación.
Mayón, entonces, había escupido una lengua de lava de medio kilómetro, y aunque según el informe de Phivolcs la actividad del volcán había registrado un leve descenso, ya que sólo se produjo un terremoto, en comparación con la veintena de una semana antes, la alerta no bajó.
No lo hizo porque aumentó el nivel de emisiones de dióxido de azufre y porque, tras varios días de actividad y erupciones, la agencia sismológica filipina avisó de un riesgo más: aludes de tierra y avalanchas de ceniza y barro como consecuencia de las aglomeraciones de sedimentos en las laderas del volcán.
Preparados para evacuar a 40.000 personas
Dado que la actividad del volcán no cesa, si bien va oscilando en intensidad, las autoridades filipinas se han preparado para la evacuación de hasta 40.000 personas, lo que sucedería si sube a 4 el nivel de alerta y se amplía a 8 kilómetros el radio de seguridad, una posibilidad que no es descartable.
A 14 de junio, eran más de 15.000 las personas desalojadas, residentes temporalmente en instalaciones habilitadas por las autoridades locales, como algunos colegios de la ciudad de Legazpi, la más importante de la zona.
En la localidad de Camalig (72.000 habitantes), a 11 kilómetros del volcán, ya residen cientos de las personas que fueron evacuadas. Numerosos vecinos se han ofrecido como voluntarios para dar clases a los niños y niñas y para colaborar en tareas de limpieza y cocina.
El Gobierno filipino, en la provincia de Albay, ha habilitado ya 28 centros de evacuación.
Tres meses más
A 16 de junio, la cifra de evacuados subió a 20.000. Tal y como informa Phivolcs, la actividad diaria del volcán se caracteriza por terremotos, por la expansión de la lengua de lava, que ya es de más de un kilómetro, y por las emisiones de dióxido de azufre. Los riesgos no se mitigan, ya que las aglomeraciones de sedimentos en las laderas de la montaña van engordando.
El director de Phivolcs, Teresito Bacolcol, afirmó el 19 de junio en la radio local Teleradyo que “probablemente pasarán tres meses antes de que cese la actividad de Mayón”.
Según explicó, sus cálculos se basan en la última erupción del volcán, en 2018, que describió como “suave y efusiva”, muy similar a la actual. Sin embargo, no descartó ninguna opción, incluida la de la explosión violenta.
Precisamente a 19 de junio, la actividad del volcán parecía haberse debilitado, ya que no provocó ningún terremoto y las emisiones de dióxido de carbono se redujeron levemente.
El letal precedente de 1814
Efectivamente, la erupción más reciente del Mayón tuvo lugar en 2018, cuando más de 75.000 personas fueron evacuadas. La más letal se registró, no obstante, mucho antes, en 1814.1.200 personas murieron enterradas en los ríos de lava y las caídas de roca.
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