Generalizar nunca suele ser la opción correcta, pero sospecho que Star Wars, Regreso al futuro e Indiana Jones seguramente sean las franquicias que más marcaron a millones de cinéfilos que nacieron durante los años 80. Lo digo con conocimiento de causa al ser de la cosecha de 1984 y en mi caso siempre tuve al legendario arqueólogo interpretado por Harrison Ford por encima de otros personajes igual de míticos como Luke Skywalker o Marty McFly.
También fue uno de los que esperaron con muchas ganas el estreno de ‘Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal’ tras muchos años pensando que la cosa se quedaría en una sensacional trilogía. El paso atrás con la cuarta entrega fue claro, aunque como película de aventuras tampoco estaba mal y el odio que generó en ciertos sectores del público siempre me pareció algo excesivo. Ahora Indy vuelve a los cines con ‘El Dial del Destino’, una aventura que no me inspiraba demasiada confianza pero que ha recuperado la magia de la saga, acercándose mucho más a las tres primeras partes que a su inmediata predecesora.
Una aventura inesperada
Sí, Harrison Ford tenía casi 80 años cuando rodó la película -este verano cumplirá ya 81- y su edad es algo que ‘Indiana Jones y el Dial del Destino’ asume desde el primer momento hasta el punto de que durante los primeros minutos de metraje le hacen una fiesta porque está a punto de retirarse como profesor. Además, la vida no le ha tratado demasiado bien desde que se casó con Marion, lo cual añade un toque de viejo gruñón que el personaje no tenía hasta ahora y que encaja muy bien con la personalidad que ha exhibido el propio Ford durante los últimos años.
Eso es algo que se hace más patente por el hecho de que su dinámico arranque transcurre en el pasado, en plena II Guerra Mundial. A su manera, los primeros 30 minutos de ‘Indiana Jones y el Dial del Destino’ casi funcionan como una enérgica película aparte en la que nuestro héroe evita que los nazis se apoderen de una preciada reliquia. Ahí tenemos lo que habríamos esperado de otra película nunca hecha a principios de los años 90 con la particularidad de que el uso de la tecnología es vital para rejuvenecer a Ford.
En su momento alabé el buen trabajo que se llevó a cabo para recrear a un Indiana Jones mucho más joven, pero justo es destacar que sigue habiendo algo que no termina de encajar. Por ejemplo, sí que la mejora es brutal en lo referente a que nos creamos que se mueva como alguien de esa edad, algo en lo que ‘El irlandés’ no daba la talla, pero la naturalidad no está ahí del todo. Eso lo notamos sobre todo en los ojos de Ford y en los movimientos de su cara, en especial cuando está acompañado por otros personajes sin rejuvenecer. No es algo para nada grotesco, pero sí que deja claro que esta tecnología todavía tiene camino por recorrer.
Aclarado eso, la única pega razonable que se le podría poner a ese prólogo es que puede dar la sensación de estar más centrado en intentar reproducir algo único que en intentar algo con auténtica voz propia. Ahí va a depender mucho de lo que uno espere de ‘Indiana Jones y el Dial del Destino’, una película que nace fuera de su tiempo, algo que también puede aplicarse a la legendaria ‘En busca del arca perdida’, que nació a modo de homenaje a los seriales de los años 30 y 40.
La gran diferencia aquí es que el hecho de estar fuera de su tiempo se extiende también al protagonista. Esa era una idea con la que ‘El Reino de la Calavera de Cristal’ parecía querer jugar para luego arrinconarla por completo, mientras que aquí en todo momento da la sensación de ser una aventura totalmente inesperada para un protagonista que debería estar pensando más en cómo intentar disfrutar de una buena jubilación que en volver a meterse en líos.
Las claves de ‘Indiana Jones 5’
Quizá por ello haya un pequeño puntito de amargura detrás de la posición vital del personaje, algo que no le impide hacer gala de su característico humor en varios momentos de la película. No obstante, la necesidad de acompañantes es más marcada que nunca, porque es cierto que Indy resuelve la situación en más de una ocasión, pero también que la aportación de los personajes de Ethann Isidore y, sobre todo, Phoebe Waller-Bridge resulta esencial.
A su manera, la Helena de la creadora y protagonista de ‘Fleabag’ es una especie de reverso pícaro de Indiana Jones. A ella no le importa vender reliquias al mejor postor y moverse en el otro lado de la ley, funcionando de maravilla el contraste que se establece con Ford. Es verdad que las diferencias entre ambos van amortiguándose a medida que progresa el abultado metraje de ‘El Dial del Destino’, pero es la dinámica entre ellos lo que hace que la parte central de la película conquiste o no al espectador.
Y es que es cierto que también ahí hay multitud de escenas de acción y que en algún momento se coquetea con la posibilidad de repetir hallazgos pasados para luego proponer un largo correcalles repleto de misiones secundarias antes de que todo estalle en un último acto que salta al vacío sin red, algo que provocará el rechazo absoluto por parte de cierto sector del público, pero que a mí fue lo que terminó de convencer de estar viendo realmente una película de Indiana Jones.
Por otro lado, no me cabe duda de que James Mangold jamás va a tener el talento para la puesta en escena de Steven Spielberg en sus mejores trabajos, pero eso no quita para que aquí aplique muy bien su función de artesano intentando prolongar un estilo marcado por otros. ¿Reproducción sin alma o brillante homenaje a modo de canto de cisne? Está claro que va a depender de lo que cada uno disfrute con ella, pero a mi juicio logra que sus casi dos horas y media de metraje se pasen volando y que una de las principales virtudes de la película sea lo fluida que es, incluso cuando esté en pasos intermedios vitales para llegar al punto de llegada pero que en sí mismos quizá no sean tan memorables.
Además, sí que recupera ese sentido de la aventura que tanto cuesta encontrar en una producción reciente de Hollywood, puede que sin el mismo sentido de la maravilla de las tres primeras entregas -al final no es lo mismo crearlo tú que intentar prolongar los logros ajenos-, pero es que esto por pura necesidad tiene que ser otro tipo de aventura -aunque los malos vuelvan a ser nazis, entre los cuales conviene destacar el buen trabajo de Mads Mikkelsen, quien en alguna supeproducción previa nos había decepcionado pero que aquí ofrece un trabajo de lo más competente como el gran villano de la función-.
Los tiempos han cambiado mucho e Indy también lo ha hecho, por lo que toca introducir ciertos cambios a la hora de abordar las escenas de acción -aquí ya no se estila tanto el ir complicando todo cada vez más con el ir haciendo frente a los peligros del momento-. No me olvido tampoco de la inevitable dosis de nostalgia, muy bien manejada en lugar de intentar meterla con calzador. Sí es verdad que lleva a que, por ejemplo, la aparición de John Rhys-Davies como Sallah se siente poquita cosa, pero es que es lo que tocaba. Bastante salto de fe tiene que hacer el espectador creyéndose a Indiana Jones haciendo todo lo que hace.
‘Indiana Jones y el Dial del Destino’ es un cierre mucho mejor para la saga de lo que era ‘El Reino de la Calavera de Cristal’. Tiene más encanto, una historia mejor llevada y se beneficia del hecho de estar realmente planteada a modo de despedida para uno de los personajes más míticos de la historia del cine. Ahora, si lo que quieres es esa magia única e irrepetible de las tres primeras películas, entonces es muy probable que acabes decepcionado en mayor o menor medida. La cuestión es que si Indy puede dejar de vivir en el pasado, también deberíamos hacerlo nosotros.
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La noticia
‘Indiana Jones y el Dial del Destino’ recupera el encanto de la saga: la aventura final de Harrison Ford está más cerca de las tres primeras películas que de ‘El Reino de la Calavera de Cristal’
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por
Mikel Zorrilla
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