Siempre es ilustrativa, fascinante y garantía de sorpresas múltiples la inmersión en el origen de los géneros pervertidos. Es decir, aquellos que no proceden de las ramificaciones clásicas, sino que son fruto de mil apareamientos contranatura.
La comedia verbenera. El terror extremo. El porno de tiempos remotos. El policiaco-puzle. El musical punk. Es interesante indagar en cuáles son sus progenitores y cómo se aparearon, a menudo a escondidas y sin tomar precauciones. Es el caso del cine gore, nacido del choque entre el terror de serie Z y el cine pornográfico (por los años sesenta aún subterráneo), y resulta especialmente significativo.Por una parte porque históricamente tiene todo el sentido: el cine erótico, por entonces tomando la forma de fantasías nudies -ingenuas exhibiciones de carne femenina sin ningún tipo de componente sexual- tenía canales de distribución similares a los del cine de terror de serie B que, superados los ingenuos años cincuenta, empezaba a asalvajar su fórmula.
No es de extrañar que los inventores del gore, el director Herschell Gordon Lewis y el productor David F. Friedman, se curtieran unos años antes en simpáticas producciones nudie. Cuando dejó de resultarles rentable fue cuando comenzaron a producir toscas comedias de horror y demencia como ‘Blood Feast’, ‘2000 Maniacos‘, ‘The Gore Gore Girls’ o ‘The Wizard of Gore’.
Al gore le importaba poco el cutrerío de sus producciones: como en el porno, el público iba a otra cosa
Pero por supuesto, hay más, mucho más: a menudo se habla del gore como “pornografía de la violencia” en un sentido claramente despectivo, pero pocas descripciones hay más concisas del género.
Como en el porno, en el gore prima la frialdad expositiva, los planos descriptivos, el montaje lineal, el impacto directo y el montaje que hace hincapié en la construcción de la tensión. Todo en busca del momento culminante, que en el porno ya sabemos cuál es, y que en el gore toma múltiples formas: de la decapitación a cámara lenta a la exhibición de miembros voladores.
Aunque el gore pronto aprendió a ponerse serio (tan pronto como en ‘La noche de los muertos vivientes’, en 1968, solo unos pocos años después de la primera película gore, ‘Blood Feast’), empezó como una farsa.
El gore siempre tendría algo de cómico, como bien sabrían maestros posteriores del splapstick (sangre + comedia física) como Sam Raimi o Peter Jackson, pero en sus inicios tenía mucho de chusco espectáculo de barraca de feria para adultos… como el cine erótico y el porno, que hasta los setenta y la llegada de narrativas importadas del cine mainstream no se tomaba demasiado en serio a sí mismo, consciente de que nunca iba a salir de las catacumbas de la distribución.
El porno y el gore han seguido cogidos de la mano (¿qué es la etiqueta de torture porn sino un gozoso guiño a aquellos primeros tiempos?), pero como decimos, vale la pena sumergirse en sus orígenes. En esta nueva entrega de Todo es mentira en el cine y la TV te los desvelamos en su integridad. No te lo pierdas.
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La noticia
El cine gore y sus orígenes. Violencia, algo de porno y mucha sangre: cruces insospechados con otros géneros prohibidos
fue publicada originalmente en
Espinof
por
John Tones
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