‘El Padrino’ (‘The Godfather’) es la película más grande de la historia del cine. No solamente artísticamente, a nivel de marketing supuso un cambio en la industria llenando los cines de nuevo en una época que se pensaba que la televisión daría la puntilla al séptimo arte.
El estreno en Nueva York, con colas bajo la nieve para conseguir una entrada, fue el momento en el que el productor, Al Ruddy, respiró. Posteriormente los premios de la Academia de Hollywood refrendaron con su reconocimiento la historia de la familia Corleone, relanzando la película a salas. Luego, una millonaria oferta para su primer pase en televisión abría el camino para el modelo de ventanas de explotación que ahora está en entredicho. “La película que salvó a Hollywood”, la llamaron algunos.
Sin embargo, estuvo a punto de convertirse en uno de los mayores fiascos jamás rodados. No por los costes extra: aunque pensada inicialmente para ser un proyecto de bajo presupuesto Francis Ford Coppola necesitó que le concedieran más dinero de partida y durante el rodaje, por problemas como la semana de lluvias que retrasó el rodaje de la escena de la boda.
Tampoco por las amenazas de la Liga de derechos civiles Italoamericanos, que pretendía cancelar la producción, idea que abandonaron tras confirmarse que la productora contrataría miembros de dicha organización o que la palabra “mafia” no se utilizaría en ella.
Ni siquiera por los problemas internos: hablamos de un proyecto en el que Al Pacino entró contra la voluntad del productor y tras ser liberado de otro contrato con prácticas similares a las de la familia cinematográfica que pertenecía; Marlon Brando preocupaba por sus anteriores experiencias negativas en otros rodajes e incluso fue obligado a realizar un casting; e incluso un montador intentó convencer a los directivos de Paramount de que la obra era un caos para que echarán a Coppola y terminarla él.
Nada de esto era comparable al principal problema de la mejor película de la historia: no tenía alma. El guion, firmado por Coppola y Mario Puzzo, se había apartado del libro original bastante. A pesar de romper con la máxima de no contratar al autor para escribir el guión adaptado de su obra, Coppola insistió en que trabajaran juntos en la historia de una familia.
Tan sencillo y tan complicado. Coppola venía de ganar un Oscar al mejor guion por ‘Patton’, y había sido elegido para rodar ‘El Padrino’ porque el jefe de Paramount, Robert Evans, quería que la película “oliera a Spaguetti”. Puzo sin embargo no tenía experiencia como guionista de cine. Decidieron centrar la historia en Michael y Don Vito, dejando de lado la trama de Las Vegas y Johnny Fontanne, que se convierte la película en una historia lateral.
Pero a punto de finalizar, cuando lo más complicado ya parecía resuelto, se dieron cuenta. Las piezas no encajaban, la película no dejaba claras las motivaciones de los personajes y algo, no estaba claro qué, fallaba. En ese momento Coppola decidió pedir ayuda. Y llamó a Robert Towne.
Towne era guionista pero no era uno de los típicos “script doctors” de la industria, expertos en arreglar textos que hacían agua por alguna parte pero que eran todavía aprovechables, que era necesario mejorar en algún apartado o que por costes era necesario rescatar con la producción ya iniciada. Más recientemente, Quentin Tarantino, Josh Whedon, Aaron Sorkin o Carrie Fisher han tenido gloriosos momentos como “script doctors”.
Linda Seger escribiría en los años 80 su tesis doctoral sobre cómo analizar y mejorar guiones, viviendo de la consultoría posteriormente. Sin embargo, en aquella época era más típico contratar a un Dalton Trumbo caído en desgracia por las listas negras anticomunistas para resolver el problema y poder terminar la obra.
Towne era amigo de Coppola y, aunque todavía no había firmado el guion de ‘Chinatown’ que le proporcionaría un Oscar (el único de las 11 candidaturas obtenidas por el film), tenía cierto renombre como guionista. Ante la llamada de su amigo se presentó inmediatamente en el lugar del rodaje. El director italiano le había expuesto el problema y le había pedido ayuda con la escena alrededor de la que giraba todo: al día siguiente se filmaba la conversación entre Don Vito y su hijo Michael en el jardín de su casa.
La escena que salvó ‘El padrino’
Towne disponía de apenas unas horas para hacer encajar todas las piezas de una película que ya llevaba horas de metraje, y en la que incluso el productor exigió a Coppola que se dejara de tonterías y que contará la historia en las casi tres horas necesarias, en lugar de en el poco tiempo que había montado para el primer visionado.
A partir de notas del guion original, y sabiendo lo importante que era mantener la coherencia con lo ya filmado, Robert Towne entregó a las 4 de la mañana el texto de que convertiría a ‘El Padrino’ en la obra más grande jamás filmada.
(la escena doblada en español)
(en inglés)
Tres minutos y medio de conversación entre los dos personajes principales. Menos de cuatro minutos de un total de casi tres horas, para hacer encajar todas las piezas, dejando el camino preparado para una secuela que, por primera vez, superó a su original y ganó también el Oscar a Mejor Película. Coppola, consciente, lo dejó claro en su discurso de aceptación por el Oscar a Mejor Guión Adaptado: “Esta fue la escena de Bob Towne”.
En la famosa escena, previa a su muerte en el huerto, Vito Corleone, Don Vito, el Don de la familia más poderosa de Nueva York, charla con su hijo Michael sobre los siguientes pasos a dar, sobre el futuro y el control de La Familia.
Tras unas primeras frases introductorias Michael le pregunta qué le pasa, por qué se preocupa. “Yo dirijo. Te dije que lo haría y lo estoy haciendo“. Don Vito se acerca, el ‘Godfather Waltz’ compuesto por Nino Rota, que anuncia con su ritmo los grandes momentos de la película, comienza a sonar y la magia del cine nos envuelve. Don Vito le dice con tristeza que eso no es lo que deseaba para él.
“He trabajado toda mi vida por el bienestar de mi familia, y siempre me he negado a ser un muñeco movido por los hilos de los poderosos. Contigo tenía otros proyectos Michael. Pensaba que algún día podrías llegar a mover esos hilos. Senador Corleone, Gobernador Corleone, o más.”
Don Vito acababa de transmitirle, con toda la crudeza de un hombre en su despedida, la visión que tiene sobre el mundo, y la misión que tenía en su vida para con la Familia. La misma visión y misión que encontramos en cualquier empresa, las mismas que estudiamos en las escuelas de negocios. La visión que Don Vito tiene del mundo es clara: en un mundo dominado por los poderosos, que mueven los hilos, él no quería ser controlado por ellos. Así que se hizo mafioso para proteger a su familia de esos poderosos que acabaron con toda la suya anteriormente.
No pudo hacerlo por la vía legal, para sobrevivir tuvo que elegir y decidió, consciente y tras años de penurias. Pero lo hizo pensando en proteger a su familia primero y en que sus hijos sí fueran poderosos en el mundo legal a futuro. Por eso no se enfada con Michael, como hacen sus hermanos, por no querer involucrarse en los negocios de la familia. Porque su objetivo era que la familia volviera al mundo legal. Esa era su misión. Ese era su objetivo.
Y en los dos minutos finales de la escena transmite ambas a Michael para que continúe su obra: enfrentarse a la sociedad a la vez que intenta que su familia vuelva a ella en una posición de privilegio. Con tristeza, porque no esperaba que las cosas transcurrieran de este modo. No quería a Michael al frente de la familia, le quería limpio. El menor, el idealista, el héroe de guerra Michael.
Don Vito ama a su hijo, pero Michael ama todavía más a su padre, y renuncia a sus ideales para hacer algo que nunca quiso hacer. No sólo entrar en la familia sino incluso dirigirla. Pese a su comentario a su pareja durante la boda de su hermana: “esta es mi familia Kay, pero yo no soy así”, Michael se sacrifica al ver a su padre a punto de morir en el hospital, punto de inflexión e inicio de su viaje a su infierno personal.
Durante el rodaje tenían claro que uno de los puntos más complejos estructural y emocionalmente era este momento, el traspaso del liderazgo de padre a hijo. Se buscaba que la escena transmitiese el amor mutuo y el sincero respeto que sienten el uno por el otro, pero sin decirlo abiertamente. Brando proporcionó la clave emocional. “Por una vez me gustaría ver a un hombre que no es incapaz de expresarse”.
Robert Towne explicaba lo que quería transmitir: “Escribí una escena sobre la sucesión de poder, y a través de esto era obvio que los dos hombres sentían un gran afecto el uno por el otro. A través de la ansiedad de Don Vito sobre lo que podría ocurrirle a su hijo, y su propia ansiedad respecto a cederle el poder, por sus ambivalentes sentimientos acerca de forzar a su hijo a asumir su papel”.
Con el traspaso de poder, el padre traspasa también a su hijo su visión y una misión. Y de repente, mágicamente, todo encaja. La película entera cobra sentido. Todo lo que ocurre en ella se puede entender de manera clara, sencilla e inapelable.
Nos gusta Don Vito porque, a pesar de ser mafioso y matar gente, tiene valores y protege a su familia, porque se enfrenta a los poderosos y equilibra la balanza con su poder. No es un asesino, hace justicia a los suyos. Transmite confianza en sus decisiones y tiene una visión clara de lo que ocurre.
¿Por qué no entra en el negocio de la droga? Ahora sabemos que, si Don Vito acepta la propuesta de Solozzo, ante la que una negativa supone el detonante de la primera guerra de la película, del ataque al Padrino y de la subsiguiente involucración de Michael, se alejaría radicalmente de su objetivo. Reintegrar a la Familia, el apellido Corleone, en la sociedad legal, hubiera sido prácticamente imposible.
Por eso se niega a entrar en un jugoso negocio, con amplios márgenes e importantes perspectivas de crecimiento. O lo que podía ser peor: no aprovechar la oportunidad de entrar en un negocio que iba a permitir al resto de familias aventajar en poder económico a los Corleone, cuestionando su hegemonía.
Tomar una decisión así sin una motivación muy sólida detrás sería irresponsable, tal y como piensa Solozzo (“Tu padre piensa a la antigua”). Una motivación lo bastante sólida como para mantenerla aún después del atentado contra su vida, incluso tras la muerte de su primogénito.
Liderazgo, amor y respeto en la familia Corleone
No era una decisión cualquiera, incluso la supervivencia de la Familia estaba en juego, tal y como Tom Hagen le explica: “si no entramos en el negocio de la droga podemos desaparecer; no ahora pero sí en diez años”. Si las demás familias entran y ellos no, con el dinero que ganarán podrán comprar más jueves y policías que los Corleone, dejándoles fuera.
Pero las decisiones del Padrino se mantienen coherentes con la visión que tiene del mundo y con la misión y el objetivo que tiene para su familia. Don Vito decide jugar con sus propias reglas para alcanzar la misión de devolver el apellido Corleone limpio al mundo legal, pero siendo uno ellos parte de los poderosos que mueven los hilos.
Vito argumenta en la reunión del consejo, en la que negocia para terminar con la guerra y traer de vuelta a Michael para que dirija la familia, que sus contactos, policías y jueces, podrían abandonar a los Corleone si entran en la droga. Miente. Solozzo, un recién llegado, es capaz de comprar a un comisario como McCluskey. Con ayuda, pero no de alguien más poderoso que Don Vito Corleone.
Pero es que el Don no puede decir abiertamente a los miembros del consejo que quiere volver al mundo legal, igual que Michael no podrá en la tercera película, dando lugar a uno de los diálogos más recordados de la trilogía: “Justo cuando pensaba que estaba fuera, vuelven a involucrarme”. Para mayor frustración de un Michael, que nunca quiso estar dentro, pero que lo hizo por su padre.
Los Corleone siguen teniendo un problema sobre la mesa. En un mercado creciente, basado en servicios y oligopólico (repartido entre 5 familias), la presión ante la aparición de un nuevo entrante, un producto con alto margen como la droga, supone un problema estratégico. Michael, como su padre, acepta momentáneamente apoyar el negocio proporcionando protección, pero no quiere entrar en él realmente.
La decisión supone más margen para sus competidores (“Inviertes 3.000 o 4.000 dólares y puedes obtener 50.000 distribuyéndolo“), con el peligro a medio plazo para su negocio, su familia e incluso su vida. Debe buscar una solución para alcanzar su misión sin abandonar los valores de la Familia Corleone. La alternativa elegida es perfecta. El mundo de las apuestas, los casinos, el espectáculo. Una industria en crecimiento en aquel momento. Los negocios son legales o ilegales porque lo dice la ley.
Las leyes son ventajas competitivas puras. Controlar a quién hace las leyes y las aplica es por lo tanto de vital importancia. Jueces y policías. Atlantic City o Nevada están limitados por fronteras que, si cruzamos apenas un metro, provocarían que terminemos en la cárcel en el caso de ponernos a jugar una partida de cartas apostando dinero. Un paso a la izquierda, el juego es legal; uno a la derecha, el juego es ilegal.
Michael busca un nuevo negocio creciente, con altos márgenes y que le permite acercarse el mundo legal sin abandonar el mundo ilegal inicialmente. Una industria dónde las ventajas competitivas de los Corleone, es decir contactos con jueces y policía, control de los sindicatos y contactos en la industria del entretenimiento, son poderosas.
Pero todo este análisis cobra sentido gracias a esa única escena. De repente la sucesión en la empresa familiar, el análisis competitivo de la industria y todas las herramientas de gestión empresarial explican clara y rotundamente lo que ha pasado, y lo que probablemente va a pasar. Bienvenidos a la Corleone Business School. Un nuevo visionado a la saga, entendido ahora el valor de la escena del jardín y después de analizar su impacto en el negocio y en el devenir de la película, permite valorar en su justa medida la importancia que tiene la visión y misión de Don Vito en muchos de los hechos clave de la película.
Podemos comprobar también cómo a lo largo de la segunda entrega, y sobre todo en la tercera película de la saga de Michael Corleone, lo que ocurre en esos tres minutos y medio vuelve a nuestra mente de manera recurrente, pone de manifiesto claramente la importancia vital de la misión y visión original, explicando y condicionando muchos de los acontecimientos a los que se enfrentan los Corleone.
Un ejemplo claro de que cómo la visión de Don Vito es adoptada por Michael lo tenemos en el inicio de la segunda película. Kay le dice a su marido: “Han pasado siete años y la Familia aún no tiene una posición legal”. Toda la tercera entrega estuvo dedicada a limpiar el nombre de la familia Corleone y a luchar contra su pasado para conseguirlo.
La película se estrenó con un metraje de mayor duración que la original planteada por Coppola. El presupuesto final de más de 6 millones de dólares, que superaba ampliamente los 2,5 millones originalmente pensados para la mismo, se recuperó sobradamente con una taquilla de casi 250 millones. Éxito de crítica y público, ícono cultural y según Stanley Kubrick la mejor película nunca rodada, cambió la industria del cine por completo, incluyendo el marketing y merchandising, las ventanas de explotación, el formato de estrenos e incluso cómo se comportaban los mafiosos, que adoptaron símbolos y ritos que no existían anteriormente.
Nada de todo esto hubiera sido posible sin esos 3 minutos y medio que dieron sentido a los otros 174. Porque al final, en el cine como en los negocios, todo consiste en contar una buena historia. En este caso la de un padre y un hijo que se quieren.
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La noticia
‘El Padrino’ y esos 3 minutos que transformaron la película de Francis Ford Coppola en la obra más grande jamás filmada
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Espinof
por
Guillermo de Haro
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