Esta noche, sábado 10 de febrero, tendrá lugar en Valladolid la nueva edición de los premios Goya, la sexta consecutiva fuera de Madrid. El evento, que comenzará a las 22:00 horas y podrá verse a través de La 1 de TVE (y RTVE Play), será presentado por los directores y guionistas Javier Calvo y Javier Ambrossi, y la actriz Ana Belén. De esta forma, quizá la Academia, dirigida por Fernando Méndez-Leite, haya pretendido complementar modernidad y tradición.
Ambrossi y Calvo, conocidos como Los Javis, cuentan con la simpatía y el favor del público como representantes de esa modernidad, quizá ya no tan joven, pero llena de ideas efervescentes, rompedoras y creativas. El éxito de la miniserie ‘La Mesías‘ este año no ha hecho más que consolidar su posición.
Mientras tanto, Ana Belén representa esa tradición que es en sí misma una parte indispensable del cine español, no tan conocida por los más jóvenes, pero respetada, venerada y aplaudida, quizá en su caso particular por su vinculación desde siempre con ideas renovadoras y progresistas; tal vez por su apuesta a la largo de su carrera por obras tan rompedoras y arriesgadas como ‘Morbo’ (1972), ‘El amor del capitán Brando’ (1974), ‘Tormento’ (1974), ‘La petición’ (1976), “La criatura’ (1977), ‘El vuelo de la paloma’ (1989) o ‘La pasión turca’ (1994) y ‘Libertarias’ (1996), estas dos últimas dirigidas por Vicente Aranda.
Una novel contra Juan Antonio Bayona
Como era previsible, la Academia ha vuelto a ignorar películas pequeñas de culto inmediato y evidentes valores, como ‘La mesita del comedor’ de Caye Casas o ‘La paradoja de Antares‘ de Luis Tinoco. Lo mismo ha ocurrido con comedias taquilleras como ‘Vacaciones de verano’ de Santiago Segura, ‘¡Vaya vacaciones!’ de Víctor García León, o no tan taquilleras pero más que recomendables, como ‘La ternura’ de Vicente Villanueva. De igual modo, una obra tan controvertida y arriesgada como ‘La piedad‘ de Eduardo Casanova ha quedado marginada.
En contrapartida, ‘20.000 especies de abejas‘ parece tenerlo todo para ganar. Ha gustado al público y a la crítica, y es una película social y comprometida que trata un tema candente y espinoso sin caer en lo doctrinario o demagógico. Por otro lado, tenemos las excelentes interpretaciones de Patricia López Arnáiz y el Oso de Plata en Berlín para esa pequeña gran actriz que es Sofía Otero, que no ha podido estar entre las nominadas por las estrictas reglas referentes a los menores de edad. Luego, está el reconocimiento de la película en Málaga (Biznaga de Oro), en los premios Forqué y en los Feroz como película dramática.
La única rival importante que podría tener la película de las abejas es ‘La sociedad de la nieve‘, no por ser mejor, que no lo es, sino por representar a los Premios Óscar este año en nombre de España, dentro de la categoría de mejor película internacional. Ya sabemos que queda como raro premiar aquí una película y mandar otra al extranjero, a los Oscars, de la misma forma que puede ser un feo para el que es ahora nuestro director más internacional, J.A. Bayona. Por otra parte, ‘La sociedad de la nieve’ ha tenido un éxito de crítica y de público todavía más sobresaliente que el de ‘20.000 especies de abejas’.
Pocas posibilidades atesoran ‘Saben aquell‘ de David Trueba, la mejor película entre las nominadas para quien esto firma, ‘Cerrar los ojos‘ de Víctor Erice, favorita de muchos críticos pero odiada por los académicos más jóvenes, que la ven como representante de un cine apolillado y vetusto, en cualquier caso ya superado, o ‘Un amor‘ de Isabel Coixet, directora que le encanta a la Academia, pero cuya tibia acogida hace pensar que estos Goya se conformarán con destacar el trabajo de alguno de sus protagonistas; y ahí, desde luego, tienen para elegir.
La controvertida obra maestra de Elena Martín Gimeno
Entre los directores sí que los académicos pueden jugar la carta de la nostalgia premiando a Víctor Erice, no tanto por los valores de su última película, sino como reconocimiento a toda su carrera. En el extremo contrario se sitúa Elena Martín Gimeno, cuya película, ‘Creatura‘, no está entre las nominadas porque una Academia todavía demasiado conservadora probablemente la haya considerado demasiado escandalosa o subversiva, algo similar a lo ocurrido con ‘Mantícora‘ el año pasado.
Martín Gimeno representa todo lo contrario a Erice: es la renovación, la ruptura, la apuesta por lo nuevo y lo arriesgado. Pero es una apuesta, al contrario que la de ‘Mantícora’, que juega sobre seguro, porque se camufla bajo el suave manto del feminismo. Personalmente, además, la considero una película superior a la de Erice.
No cabe duda de que, en cualquier caso, si ‘La sociedad de la nieve’ se alza como ganadora es más que probable que Juan Antonio Bayona sea el encargado de recoger el premio al mejor director, aunque ni siquiera en este caso yo descartaría la carta Elena Martín Gimeno que, además, acaba de triunfar en los Gaudí.
David Trueba e Isabel Coixet son directores que encantan a la Academia, pero ambos ya han tenido su reconocimiento; el primero por ‘Vivir es fácil con los ojos cerrados’ en 2013; la segunda por ‘Mi vida sin mí’ (mejor guion adaptado en 2003); ‘La vida secreta de las palabras’ (película, dirección, guion original en 2006); ‘Invisibles’ (mejor documental en 2007, compartido con otros cuatro directores); ‘Escuchando al juez Garzón’ (mejor documental en 2012) y ‘La librería’ (dirección y guion adaptado en 2018). En cualquiera de los dos casos, es difícil que este sea su año.
De lo que no cabe ninguna duda es que, independientemente de que su película se alce con el premio más importante de la noche, Estíbaliz Urresola Solaguren ganará la estatuilla a la mejor dirección novel por ‘20.000 especies de abejas’.
Improbable me parecen los casos de Itsaso Arana por ‘Las chicas están bien‘ (¿una película de mujeres sin compromiso social ni reivindicación feminista?), Álvaro Gago por ‘Matria‘ (la escasa repercusión comercial de la película), Alejandro Marín por ‘Te estoy amando locamente’ (una película comprometida, pero demasiado festiva y ligera, a la par que conciliadora) o Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vásquez (el impacto de ‘Upon entry‘ queda fuera de toda duda, pero no deja de ser una propuesta demasiado anecdótica, casi más genérica que trascendente).
El humorista de negro y la taxi driver
En el apartado de mejor actor nuevamente nos encontramos con la dicotomía entre modernidad y tradición. Por tanto, es previsible que los estimables trabajos de Manolo Solo (‘Cerrar los ojos’) y Alberto Ammann (‘Upon entry’) se dejen de lado en favor de casi recién llegados como Enric Auquer (‘El maestro que prometió el mar’) y Hovik Keuchkerian (‘Un amor’), que destacan en las películas por las que están nominados y sus interpretaciones quedan en la retina.
Ambos son, asimismo, actores de carácter, con fuerte personalidad y carisma acorazado, que cuentan con la simpatía del público y el respaldo de la crítica. Aunque lo más probable sería que el premiado fuera David Verdaguer por su sensacional recreación del humorista Eugenio en ‘Saben aquell’. Su trabajo ha sido, además, reconocido en el palmarés de los Forqué y los Feroz. No creo que abandone la gala con las manos vacías.
También se aguarda con expectación el premio a la mejor actriz, sobre el que pesan las ausencias de Ana Wagener por ‘Te estoy amando locamente’ y Emma Suárez por ‘La ternura’. Carolina Yuste realiza un formidable trabajo en ‘Saben aquell’, a la altura de su compañero de reparto, un papel en el que tiene que cantar y hablar en catalán. No niego que se trata de mi favorita; otra cosa es que lo tenga fácil.
Bastante reciente queda el Goya a la mejor actriz revelación por ‘Carmen y Lola‘ en 2018; igualmente, es posible que los académicos la consideren demasiado joven y con toda una prometedora carrera por delante. Un caso diferente es el de Patricia López Arnáiz, cuya excelente interpretación en ‘20.000 especies de abejas’, queda ensombrecida, para bien, por la pequeña gran Sofía Otero, premiada en Berlín, que como decía antes, no puede ser nominada por su corta edad. Además, López Arnáiz ya tiene Goya: por ‘Ane‘, en 2021. La respaldan, en cualquier caso, los reconocimientos del festival de Málaga y del festival de cine de Hong Kong.
María Vázquez sería otra ganadora ideal por su extraordinario trabajo en ‘Matria’, pero de nuevo nos encontramos con el escaso eco de una película, por otra parte, más que interesante. En cualquier caso, Vázquez no tiene ningún Goya, y solo ha sido nominada una vez y hace demasiado tiempo: en 2007 por ‘Mataharis’ de Icíar Bollaín, como secundaria.
Laia Costa sería, en cualquier otra circunstancia otra flamante ganadora por ‘Un amor’. La actriz participa en otras dos películas de este año de buena acogida crítica, ‘El maestro que prometió el mar’ y ‘El encantats (Los encantados)’, pero bien es cierto que su Goya el año pasado por ‘Cinco lobitos‘ queda a tiro de piedra y tampoco hay un abismo entre aquel personaje y la Nat de la película de Coixet.
En cambio, hay muchas ganas de reconocer la labor de Malena Alterio, que tampoco tiene ningún Goya desde su lejanísima nominación como revelación en ‘El palo’ (2001). Al margen de su buen trabajo en ‘Que nadie duerma’, sus premios en los Feroz y los Forqué solo pronostican cosas buenas. Pero, por otra parte, hagamos un sincericidio y digámoslo claro: la suya no es la mejor interpretación del cuarteto de magníficas artistas.
Notas de color para sorprender a los respetables
El Goya correspondiente a la mejor película de animación también parece cantado: es lógico que una propuesta autoral y sobresaliente como ‘Robot Dreams‘ se imponga a la notable ‘Momias‘, pese al mayor éxito comercial de la segunda.
Títulos como ‘Hannah y los monstruos’ y ‘El sueño de la sultana’ ya pueden darse por premiados con la nominación, mientras que la irregular acogida de la, por otra parte, estimable ‘Dispararon al pianista’ de Fernando Trueba y Javier Mariscal, provoque que pierda puntos frente al título de Pablo Berger, que ya acumula una nominación a los Oscar, un premio Feroz, un premio Forqué y otros siete reconocimientos internacionales.
Dentro de las restantes categorías de interpretación es donde la Academia puede permitirse las sorpresas y las notas de color. Independiente de sus cualidades interpretativas, no veo desencaminado que la Academia juegue la carta sentimental al premiar a Brianeintor por su trabajo en ‘CampeoneX‘, o destaque el trabajo de Xinji Ye, el de Julio Hu Chen o el de Yeju Ji en ‘Chinas‘, para subrayar su compromiso con la integración de otras razas y culturas. ¿O la nominación ya es bastante reconocimiento?
Otros nombres que podrían surgir serían los de Ana Torrent, Luisa Gavasa o Janet Novás. Las dos primeras provocarían momentos indudablemente emocionantes. En el apartado de actor secundario, el Hugo Silva de ‘Un amor’ podría arrebatarle el premio a José Coronado, magnífico en ‘Cerrar los ojos’.
Dentro del apartado de mejor actor revelación, es posible que se premie el trabajo de Omar Banana o el de La Dani, protagonista y coprotagonista de una película, ‘Te estoy amando locamente’, que ha sido un pequeño fenómeno de boca-oreja y cuyo compromiso LGTBI es un factor muy a tener en cuenta. Por otro lado, el trabajo de ambos actores es más que notable, y en cualquier caso superior al del resto de los nominados en esta categoría.
La hoguera de las vanidades
El sueño de la razón produce monstruos, decía don Francisco de Goya, y me temo que esto también es aplicable a la gala, a sus candidaturas y, con toda seguridad, a sus premiados.
Año tras año la Academia vuelve a mostrarse indudablemente interesada en el cine comprometido y social, excluyendo prácticamente todo el resto, incluso aquel más experimental y contracultural (recordemos la reciente ausencia de la celebradísima ‘Pacifiction‘ de Albert Serra), algo que, como ingrediente más de la receta no supondría ningún problema, y sería incluso saludable, pero cuando se convierte en norma termina por dibujar la temible silueta de la impostura.
Lo hace porque establece un canon en el que los valores sociales, ideológicos y, por supuesto, políticos terminan por pesar más que los criterios estéticos, comerciales y puramente artísticos. Un canon que busca siempre la guía antes que la desorientación, el confort antes que la incomodidad, la moral antes que el caos, y, en el peor de los casos, el mensaje (o la doctrina) antes que ambigüedad, la disidencia o la confrontación.
Esto viene a suponer un problema de envergadura especialmente para los jóvenes creadores que se ven obligados a contemplar únicamente un ramillete de temas y enfoques para acceder a las mieles de la industria, en la que películas como la ya mencionada y, hasta cierto punto, revulsiva ‘Creatura’ no son más que tímidas excepciones a la regla.
Quedémonos, pues, con las palabras de inolvidable Fernando Fernán Gómez en la segunda edición de los premios (1988):
“No sé yo si la entrega de unos trofeos debe ser motivo de celebración o más bien debería serlo de pésame, pues muchos más que los premiados son los que se quedarán sin galardón. Así como hay quienes piensan que en las relaciones espiritualistas los funerales deberían ser unas ceremonias alegres, algo semejante, pero al contrario, puede pensarse de las entregas de premios en un sistema democrático. Utilizarlas para un acto festivo y rimbombante quizá tenga un punto de humillación para los no premiados, que son la inmensa mayoría.
Podía, en cambio, organizarse una especie de ceremonia triste, a la que los premiados no existieran para no empañarla con su regocijo, en la que la música más alegre fueran unas seguidillas y en las unos a otros nos rezáramos algo así como una letanía (…) O algo totalmente opuesto, una gran fiesta de consolación para los no premiados, a la que también se prohibiría la entrada de los premiados para que no hiciesen de menos a nadie con su soberbia.
Una fiesta que fuese una verdadera francachela, una fiesta lujuriosa y cachonda, con mucho alcohol y porros y coca, para los que lo hubiere menester, y muchas mujeres hermosas, y hombres igual de hermosos, y además divertidos, inteligentes y fuertes, en la que los frustrados pudieran desahogarse a gusto comentando el trabajo de los ganadores”.
Amén.
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Premios Goya 2024, la gran noche del cine español apunta a gala predecible con una clara favorita como mejor película del año
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Espinof
por
Pablo Vázquez
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