Ya ha pasado más de una semana desde que la Academia de Hollywood entregó sus preciados premios al mejor cine del año, dando carpetazo a una temporada de premios 2023-2024 que, en líneas generales, ha sido tan justa como intensa —dentro de la habitual previsibilidad—. Ahora, con la perspectiva que da el tiempo, ha llegado el momento de hacer balance definitivo y de señalar la que, probablemente, sea la gran injusticia de los últimos Oscar.
Dejando a un lado el absurdo de que la extraordinaria ‘Vidas pasadas’ abandonase el Dolby Theater sin una sola estatuilla bajo el brazo —y sin alguna que otra candidatura más—, el foco de la polémica radica en una categoría de mejor dirección de fotografía que coronó justamente Hoyte Van Hoytema por su labor en ‘Oppenheimer’, pero que dejó fuera de los nominados al que, por el momento, es el mejor estreno que ha llegado a nuestras salas de cine este curso cinematográfico.
No voy a negar que los trabajos de Robbie Ryan, Rodrigo Prieto y Matthew Libatique en ‘Pobres criaturas’, ‘Los asesinos de la luna’ y ‘Maestro’ respetivamente, sean dignos de todo elogio —con el juego monocromático de Edward Lachman en ‘El conde’ tengo mis reservas—; pero si una producción debió colarse en este duelo de gigantes, esa era ‘La zona de interés’ de Jonathan Glazer, fotografiada por Lukasz Żal.
Si algo diferencia el último puñetazo sobre la mesa del DOP polaco, nominado al Oscar en 2015 y 2019 por sus extraordinarias ‘Ida’ y ‘Cold War’ —ambas sobradamente oscarizables—, y el resto de candidatas, es el modo en que lleva hasta las últimas consecuencias el poner lo estético en un segundo plano para conectar la forma y la ejecución con las voluntades discursivas de la obra.
El realismo como prioridad
Glazer y Żal eran perfectamente conscientes de que, para narrar el día a día de la familia Höss en su domicilio colindante al campo de concentración de Auschwitz y los entresijos de la operación de exterminio bautizada con el apellido del oficial de las SS, debían ser lo más fríos y asépticos posibles; convirtiendo sus tareas en elementos prácticamente invisibles que favoreciesen la sobrecogedora sensación de realismo que reina durante todo el metraje.
Para ello, el dúo de realizador y director de fotografía apuntalaron su trabajo sobre dos grandes pilares, siendo el primero —y puede que el más sorprendente de todos— la decisión de no utilizar focos destinados a producciones audiovisuales para iluminar personajes y estancias; algo que, por supuesto, supuso algún que otro reto adicional que se superó con inteligencia y voluntad de experimentar.
Olvidaos de potentes HMI para simular luz día y cualquier otro tipo tecnología actual presente en el arsenal de cualquier grip que se precie. En su lugar, Żal y su equipo optaron por combinar la luz natural del sol —suavizada en ocasiones a través de rebotes y disfusiones— con bombillas de 40 vatios de los años 40 que podrían encontrarse en cualquier hogar de la época para iluminar interiores cuando la situación lo requiriese.
Por supuesto, esta aproximación provocó no pocos dolores de cabeza a la hora de planificar el rodaje, especialmente en las escenas diurnas en interior, cuando la luz del sol debía de incidir con un ángulo concreto para proyectarse sobre la geografía de la casa de los Höss, o cuando se necesitaba que esta tuviese una calidad específica —no es lo mismo el efecto y la tonalidad de la luz del amanecer, conocida como “hora azul”, que la del atardecer, llamada “hora mágica”—.
No obstante, el mayor problema de mantenerse fiel al uso de luz natural o de la época se encontró al abordar la escena nocturna en la que una joven deambula por la zona próxima a Auschwitz y oculta comida en las zonas de construcción para ayudar a los prisioneros en la medida de lo posible. ¿Cómo consigues ver en la oscuridad? Glazer y su DOP no dudaron en optar por lo experimental y salirse de lo común para moldear unos de los fragmentos más sugerentes de ‘La zona de interés’.
Si bien podrían haber aprovechado las nada desdeñables capacidades para rodar en condiciones de baja luminosidad de las cámaras Sony Venice apoyándose en alguna luz práctica —difícilmente justificable—, la solución volvió a aterrizar en el hiperrealismo y pasó por grabar en plena noche utilizando cámaras térmicas FLIR, de uso militar, modificadas para poder funcionar “cinematográficamente” en términos de enfoque e imagen.
De este modo, en las escenas protagonizadas por la chica no estamos viendo otra cosa que calor traducido en imágenes —no confundir con los infrarrojos de ‘Dune: Parte Dos’— que tuvieron que ser reescaladas hasta una resolución de 4K para ajustarse a los estándares de calidad actuales —las FLIR sólo grababan a 1K—, y que generan una sensación casi pesadillesca en unos grandes planos generales sobrecogedores que capturan hasta las columnas de humo de los crematorios del campo de concentración.
Los actores primero
El segundo puntal sobre el que se sostiene el impecable trabajo de Jonathan Glazer y Lukasz Żal se centra en cómo ambos profesionales adaptaron sus métodos de rodaje a las necesidades de unos actores y actrices cuyo objetivo principal era transmitir la mayor naturalidad posible. Las cámaras y el resto del equipo no podían romper en ningún momento la ilusión de estar capturando el día a día más monótono y mundano.
Para evitar tener que repetir diálogos y movimientos rodando de forma tradicional, cubriendo las diferentes escenas desde diferentes ángulos y escalas, fragmentadas en planos y contraplanos grabados con una única cámara, se utilizaron diez cámaras simultáneas que generalmente estaban escondidas en el set de rodaje y que el realizador monitoreaba desde fuera de la casa —donde también trabajaban otros miembros del equipo como el foquista, que operaba en remoto—.
Además de por mantener el raccord emocional y de acción de los intérpretes, este modus operandi enriqueció el conjunto impulsado por el tratamiento de los encuadres y el lenguaje visual. La planificación de la película invita a pensar en una combinación entre el cine documental de estilo “mosca en la pared” —“fly on the wall”—, en el que las cámaras son simples testigos invisibles de los acontecimientos, y de una suerte de reality moderno que invita a contemplar el horror del Holocausto desde una perspectiva propia del siglo XXI.
No me cabe duda de que los Oscar a la mejor película internacional y el mejor sonido que se llevó ‘La zona de interés’ están más que merecidos, así como las nominaciones en las categorías de mejor película, mejor guión adaptado y mejor dirección; pero todo lo expuesto con anterioridad deja claro que ha sido la gran olvidada entre las candidatas a la mejor dirección de fotografía. Eso sí, estoy seguro de que Żal se alzará con el preciado galardón más pronto que tarde.
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La noticia
Hiperrealismo, tecnología militar y moscas en la pared. Por qué la dirección de fotografía de ‘La zona de interés’ merecía haber tenido más reconocimiento en la temporada de premios
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Espinof
por
Víctor López G.
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