En los noventa Disney se abrió al mundo con sus parques temáticos. El éxito de sus resorts de California y Orlando les dio la confianza para buscar nuevos horizontes y Japón las reafirmó, con el éxito de Tokyo Disneyland. Es entonces cuando la compañía se fija en posibles nuevas localizaciones para su nuevo destino, y puso su ojo en el continente europeo.
Los finalistas eran Barcelona y París, pero en última instancia acabó ganando la capital gala. Según los números que echaron los americanos en aquel momento a muchos europeos les vendría bien, con alrededor de 65 millones de personas que podrían llegar en coche en menos de 4 horas, y otros 300 millones que podrían hacerlo en avión en menos de dos.
Francia, además, tenía un glamour especial para los americanos, por lo que “conquistar” el país suponía un gran éxito para la empresa. Empezaron las negociaciones con el gobierno francés, que en primera instancia se sumó a la idea proponiendo ayudas y beneficios inmobiliarios para la construcción. Se aprobaron presupuesto y planes, pero los problemas no tardarían en llegar.
Barreras culturales
Las negociaciones no tardaron en torcerse y había dos factores principales para la disputa. La primera era puramente cultural. Los americanos querían aplicar sus dinámicas y su ética laboral a un ambiente totalmente diferente. La cultura laboral francesa no es tan corporativista, menos en un entorno distendido y familiar como su imagen de marcar. Pero las leyes de Disney eran estrictas, obligando a cada empleado a tener “la sonrisa Disney”, prohibir el alcohol en el parque e incluso prohibir estilos de peinado, algo que además era ilegal en el país.
Por otro lado estaban los tintes políticos que tenía todo esto. A algunos miembros del gobierno les sentó muy mal querer traer un parque Disney. Les resultaba un símbolo inequívoco del imperialismo americano y, efectivamente, una forma de “conquista” del país con algo que no tenía nada que ver con los valores y la identidad francesa. Un miembro del gobierno llegó a llamarlo “un Chernobyl cultural“. Para rematar, el propio nombre también suponía un problema, Euro Disney podía encajarles a los americanos, pero en Europa el término “euro” tiene una connotación árida, política y económica. No se asocia al ocio y la diversión.
Pese a las disputas, el proyecto seguiría adelante con su construcción. Se trató de llegar a un punto medio en algunas cosas, Disney conservaría algunos elementos pero también se adaptaría, creando nuevas atracciones específicas más afines a los gustos y estéticas europeas. Esto aumentaba aún más el presupuesto a lo que ya era un proyecto muy caro, pero confiaban en que acabaría mereciendo la pena. El 12 de abril de 1992 se inauguró Euro Disney. Fue entonces cuando todos los problemas que no habían considerado afloraron ahora.
La mayoría eran problemas de planificación y logísticos. La gente no iba cuando ellos predijeron. El lunes era el día habitual frente al viernes, y desde Disney lo planearon justo al revés. Los visitantes tampoco pasaban tanto tiempo como quería la compañía. Las pernoctaciones eran una gran fuente de ingresos para ellos, pero habían gastado una millonada en un complejo hotelero solo para que la gran mayoría visitase el parque únicamente durante el día. Y los que se quedaban, también tuvieron problemas. En una de las mayores confusiones que tuvo la compañía, pensaron que los franceses “no desayunaban mucho”, por lo que las cocinas de los hoteles se vieron desbordadas cuando los visitantes hacían amplias colas esperando un gran buffet.
A esto hay que sumarle que los problemas comentados anteriormente persistían, la imagen de Euro Disney no era la mejor dentro del país. Iba en contra de su cultura y de su ética. En un movimiento que fue televisado, la inauguración fue manchada en sus primeros días por tractores de agricultores se posicionaron en las puertas impidiendo el paso, en un signo de protesta.
Una atracción para salvarlos a todos
El parque no estaba calando. La gran inversión no se estaba recuperando ni de lejos, es más, a su altísimo presupuesto de 4 billones de dórales hubo que sumarle 175 millones de préstamos a dos años de abrir el parque. Para Michael Eisner, el director de Disney en ese momento, tener que cerrarlo no estaba fuera de los planes. Para colmo, las cosas a nivel interno no estaban yendo tampoco muy bien. El staff europeo seguía sin casar muy bien con las políticas corporativistas americanas, y muchos abandonaban el trabajo al poco de empezarlo.
Había una último plan que pensaron que podría ayudar: darle a Francia su Space Mountain. Se trataba de la atracción estrella en los otros parques Disney, y era el reclamo para muchos a la hora de visitarlos, por lo que aquí debería funcionar también.
Pero esta Space Mountain debía ser verdaderamente especial para salvar a Euro Disney de la decadencia. Sus planes eran ambiciosos y lo mejor, culturalmente más afines. La estética steampunk casaba mejor con otros lugares del parque y con corrientes artísticas europeas, el tema: “De la Tierra a la Luna” hacía referencia directa a los orígenes del cine en Francia. Su tecnología era de vanguardia y su experiencia era más emocionante que la de las otras atracciones, incluyendo varias inversiones, algo que no tenían las demás.
Y salió bien. ‘Space Mountain: De La Terre A La Lune’ fue el reclamo y el éxito que necesitaban (muchos niños de los 90 seguramente recordarán aquellos míticos anuncios en televisión). Y en el camino se fueron haciendo haciendo cambios que creyeron necesarios, desde la inclusión del alcohol, modificaciones en los hoteles y en los desayunos hasta otras más complejos en las dinámicas laborales, todo ayudó. En última instancia, se le decidió cambiar el nombre. Ya que la reputación estaba muy manchada, un rebranding propiamente dicho terminaría de hacer el trabajo: nació entonces Disneyland París.
Desde entonces, Disneyland París ha tenido sus más y sus menos, la popular Space Mountain tuvo que cambiar y volvió a haber épocas de muy baja asistencia, pero el parque se ha ido adaptando con los tiempos para mantenerse uno de los puntos turísticos con mayor reclamo del país. Euro Disney queda así en la historia de la compañía como uno de los mayores desafíos que ha tenido que superar.
Imágenes: Euro Disney Archives, Disney Backstage
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La noticia
Un “Chernobyl cultural”, o cómo Euro Disney estuvo a punto de no existir por un pequeño obstáculo: los franceses
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Espinof
por
Miguel Solo
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