Las secuelas innecesarias son el pan nuestro de cada día, siendo normalmente el resultado de un éxito inesperado, ya que muchos ven en esa continuación una especie de apuesta segura. El problema es que muchas veces no dejan de ser meras repeticiones o ampliaciones innecesarias del universo que nos pilló a todos por sorpresa. Eso es justamente lo que ha sucedido en el caso de ‘El hoyo 2’.
Tampoco me sorprende que eso haya sucedido, ya que ‘El hoyo’ no era una película que pidiera a gritos una nueva entrega, pero el dinero manda y Netflix hizo todo lo que estuvo en su mano para que Galder Gaztelu-Urrutia se pusiera con la secuela lo antes posible. El resultado es una película que empieza con bastante fuerza pero que se queda sin ideas tras unos 20-30 minutos de metraje y luego se contenta con ser una especie de versión más salvaje de su predecesora.
De más a menos
Un error que suele cometerse en algunas secuelas es querer hacerlas más grandes, como si solamente con eso ya justificasen su existencia. Aquí eso da pie a una presencia más descarnada de la violencia, con el gore fluyendo, por así decirlo, con más alegría, pero sin existir ningún tipo de vocación lúdica. El objetivo es incidir aún más en la deshumanización de la gente en el hoyo, partiendo para ello de una premisa inversa a la de la primera entrega
‘El hoyo 2’ empieza con una jerarquía bastante clara a la hora de consumir la comida, casi como una especie de culto religioso que empieza siendo una especie de representación de la justicia para luego mostrar su faceta más temible. Obviamente, la cosa irá degenerando y afectando de paso a la psique del personaje de Milena Smit, la gran protagonista de la función.
Sin embargo, es durante la presentación de la historia cuando ‘El hoyo 2’ ofrece su mejor cara estableciendo tanto la dinámica entre los personajes de Smit y un inspirado Hovik Keuchkerian como el orden que rige actualmente en esa estructura infernal. De hecho, las dudas de él sobre la necesidad de respetar las normas dan bastante juego, logrando desarrollar ambos frentes al mismo tiempo.
Por desgracia, ‘El hoyo 2’ se acaba quedando muy pronto sin ideas y la inevitable sensación de repetición se va asentando según pasan los minutos. De hecho, parece como si la película se contentara con ello, optando para ello por fortalecer más los lazos entre ambas entregas. Esta decisión tiene bastante sentido conceptualmente hablando, pero en la ejecución da pie a que la frescura de la primera entrega desaparezca y en lugar surja un inesperado sentimiento de hastío.
Ahí tenemos uno de los grandes problemas de ‘El hoyo 2’, y es que en su intento de ser más grande lo que consigue en realidad es empequeñecerse. Es cierto que a su manera podría decirse que amplía este universo añadiendo más preguntas que seguramente el espectador no tenía, pero no dejan de ser derivativas de las dudas que uno podría tener ya. Y ninguna de ellas es especialmente estimulante, ni siquiera las que tienen más vocación de sorpresa.
Tampoco ayuda que Smit funcione peor como protagonista que Iván Massagué, ya que juega con un personaje algo más echado hacia dentro, lo cual resta cierta expresividad al relato. Tampoco es que Massagué estuviera desatado, pues ahí también se daba el caso de que su principal acompañante -genial Zorion Eguileor y sus “obvio”- tenía un personaje más eficaz, pero cumplía con creces, mientras que con Smit se tira más del factor incógnita y ella no termina de llenarlo de forma satisfactoria.
Con todo, el principal problema es que ‘El hoyo 2’ falla como ampliación de lo visto en la primera entrega y tampoco deja con ganas de más. Tampoco es que estuviera deseando saber los orígenes del hoyo y cómo funciona exactamente, pero siempre sería mejor opción que una secuela que parece hecha únicamente para exprimir el éxito de su predecesora.
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La noticia
‘El hoyo 2’ es una de las decepciones del año. El regreso del fenómeno de ciencia ficción arranca con fuerza y tiene a un gran Hovik Keuchkerian pero pronto se queda sin ideas
fue publicada originalmente en
Espinof
por
Mikel Zorrilla
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