Más de 50 años después de que George A. Romero revolucionara la palabra “zombie” con la fundacional ‘La noche de los muertos vivientes’, el cine de no-muertos continúa adaptándose a la realidad de cada época, a través de las distintas nacionalidades y del tono de los directores, demostrando que forma parte de un miedo global. Pero después de tantas temporadas de ‘The Walking Dead’ y de que el género se haya mezclado con la comedia, el drama lacrimógeno y hasta el musical, cualquiera diría que no queda mucho por decir e innovar. ‘Apocalipsis Z: el principio del fin’ lo intenta… pero, tristemente, no puede ir más allá de la simple intentona.
Miña terra zombificada
El inicio de la película de Amazon Prime Video es, desde luego, increíble: un hombre destrozado por los envites de la vida se queda solo en su casa de Pontevedra con su gato Lúculo (el auténtico robaescenas) tratando de sobrevivir a una epidemia zombi, con claros guiños mediáticos al Covid. Y el trasunto de ‘El último hombre vivo’ funciona a la perfección durante un primer acto en el que prima la lucha por la supervivencia, cierto sentido del humor, el retrato de un personaje roto y una especie de slice-of-life zombie capaz de llegar al corazón. No reinventa la rueda, pero sí se ve con gusto.
El problema es que la película -al igual que, intuyo, su contrapartida literaria de Manel Loureiro- no se resiste a convertir esta situación desesperada en una película de aventuras que deja el regusto a folletín. O, por actualizarlo, como serie televisiva. De hecho, la cinta podría estar perfectamente dividida en episodios de veinte minutos. Como espectador, casi puedes ver los cortes abruptos y los cliffhangers de final de capítulo, y juega en su contra: la variedad de situaciones que pretenden ser límites acaba, paradójicamente, por restar interés real a lo que ocurre.
La evolución de Manel -el protagonista, no el autor- no es lo suficientemente consistente: pasa muy rápidamente de ser un pobre hombre sin motivo para seguir viviendo a convertirse en un héroe de acción en apenas un par de escenas, y su despoblada Galicia termina revelándose como un lugar plagado de gente organizada en barcos, hospitales y casas. Por supuesto -oh casualidad- muchos de estos supervivientes solo buscan su propio beneficio a la fuerza. Y ahí es donde ‘Apocalipsis Z’ empieza a bailar con los lugares comunes más frustrantes.
Apocalipsis riquiño
Si nunca hubiera visto una película de zombies, ‘Apocalipsis Z’ me parecería increíble. De hecho, es perfecta para mostrársela a los novatos en el cine de género, a los que parece estar dirigida. Los no-muertos están perfectamente diseñados, las cargas son masivas, en cada plano se nota cada euro del presupuesto, las secuencias de acción funcionan bien y no hay ningún plano que deje aspecto de cutre o de serie B. Sin embargo, toda esta corrección visual se pierde en un guion que nunca deja de caer, de manera repetida, en los greatest hits zombies.
Hace 17 años del estreno de ‘[REC]’, la película que mostró que España tenía algo que decir en la revisión moderna del género zombi (y décadas antes ya entró con letras de oro con títulos tan magníficos como ‘El ataque de los muertos sin ojos’), y da un poco de rabia comprobar cómo esa innovación inicial, esa ruptura con todo, esa rabiosa necesidad de contar una historia, se ha convertido en un “vuelta y vuelta” que coge conceptos ya manidos pero no sabe cómo jugar con ellos para que parezcan nuevos.
Después de un inicio arrollador, que explora traumas y presenta un personaje desganado al que le preocupa más su gato que él mismo, ‘Apocalipsis Z’ se olvida de lo que tiene entre manos y le simplifica, convirtiéndole en un cascarón vacío que va de acá para allá, dispara cuando hay que disparar, aprende cuanto tiene que aprender y salva cuando tiene que salvar. Y al final hay un espejo con el público: también acabamos preocupándonos más por el gato que por él mismo. Es normal, por otro lado: Lúculo es, al igual que ya pasó este año con el minino de ‘Un lugar tranquilo: Día 1’, la verdadera estrella de la cinta. Y son conscientes de ello.
Doy por hecho que la intención de ‘Apocalipsis Z: el comienzo del fin’ es continuar la saga en distintas secuelas. No he leído la trilogía de Louleiro, así que ignoro si estas vuelven a encauzar un poco el camino o nos quedamos viviendo en las desventuras contra mafiosos de Europa del Este, salvando niños en hospitales abandonados y luchando por la supervivencia de un gato. Puede y debe mejorar, pero para ello le hace falta atreverse a tener personalidad propia, como consigue en su primer acto, antes de que la división por episodios y la huida siempre hacia adelante, al más difícil todavía, la obligue a girar a una rutina zombie a la que no den ganas de hincar el diente.
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Sitges 2024 | ‘Apocalipsis Z: el comienzo del fin’ encuentra el tono perfecto en la hecatombe gallega pero se equivoca al cambiarlo por un simple folletín de aventuras zombi
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por
Randy Meeks
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