Hubo una época en la que no era nada difícil encontrar series en una línea similar a la ‘El abogado del Lincoln’ en las cadenas norteamericanas. A fin de cuentas, series legales siempre se han hecho muchas y no culpo a aquellos que acabasen un poco cansados de ellas. La irrupción del streaming llevó a que su popularidad se hundiese, por lo que la apuesta de Netflix por ella parecía una apuesta menos segura de lo que habría sido años antes.
Nueva adaptación de la saga literaria de Michael Connelly que ya sirvió como base para ‘El inocente’, la estimable película protagonizada por Matthew McConaughey en 2011, ‘El abogado del Lincoln’ tuvo mucho éxito en su primera entrega, demostrando que el público seguía reaccionando ante ese tipo de historias. Por mi parte, tardé un poco en subirse a ese barco, pero luego quedé encantado, ya que es una una eficaz evolución de esas antiguas de serie por cable. Su temporada 3 que llega hoy a Netflix es una nueva confirmación de ello.
Una serie única en el panorama actual
Lo más fácil sería despachar a ‘El abogado del Lincoln’ como otro thriller judicial más, un pasatiempo meramente funcional para aquellos que quieran disfrutar de una serie sin complicarse demasiado. De hecho, hay algo de verdad en ello y tampoco tiene nada de malo que haya títulos que se conformen con algo así, pero estamos ante un título quizá con cierto sabor añejo, pero también con un encanto especial que mantiene su temporada 3.
Mi gran miedo es que la serie empezase aquí a volverse repetitiva, ya que sus bases fundamentales siguen siendo las mismas y ahora más que nunca iba a depender de la solvencia del caso de temporada para mantener nuestra atención. Ahí los showrunners Dailyn Rodriguez y Ted Humphrey aseguran que el libro de Connelly que adaptan seguramente sea el mejor de todos los protagonizados por el personaje Mickey Haller, por lo que ya tenían mucho ganado.
Por lo pronto, el mayor grado de implicación personal del protagonista en el caso ayuda a que la energía que surge alrededor del mismo sea diferente. La serie consigue muy bien que se sienta que hay más peligro que nunca, pero sin por ello renunciar a su componente más ligero con detalles tan simpáticos como todo lo relacionado con los guardaespaldas que protegen a Mickey o esa divertida introducción del nuevo fiscal al que ha de enfrentarse el protagonista.
El eficiente uso de los flashbacks recalca este hecho, aunque llega un punto en el que dejan de ser necesarios y todo gira alrededor de hacer lo necesario para demostrar la inocencia de su cliente. Por ahí volvemos a tener la misma serie que conquistó a millones de espectadores con sus dos primeras temporadas, pero manteniendo la frescura necesaria como que para que uno simplemente quiera ir viendo cómo se resuelve todo en lugar de hacer comparaciones innecesarias.
Obviamente, esa ligereza que apuntaba antes, donde Lorna (Becki Newton) sigue siendo lo mejor de la función, se diluye casi por completo en los últimos episodios, donde la tensión crece para que la resolución se sienta como un auténtico punto culminante. Y vaya si lo consigue, pues otra de las señas de identidad de la serie es su capacidad de enganche. Ahí muchos destacarán la eficacia de varios finales de episodio -aunque el cliffhanger del último episodio se va a comer al resto-, pero lo cierto es que cada temporada funciona como un todo perfectamente engrasado que da mucho peso a la vida profesional, pero tampoco se olvida nunca de la personal. Y no solamente de Mickey, porque la serie se resentiría mucho de suceder eso.
A su manera, ‘El abogado del Lincoln’ es un procedimental, y uno en el que no resulta demasiado difícil que el espectador vaya atando cabos antes incluso de que la propia serie lo haga (o al menos su protagonista pueda demostrarlo). Eso seguramente sea más evidente en esta temporada 3 que en cualquiera de las anteriores, pero es fruto de una apuesta clara: incidir en las grandes dificultades del personaje interpretado por un carismático Manuel García-Rulfo para demostrar ante el jurado lo que tanto él como nosotros ya sabemos.
Eso lleva a que esta temporada 3 sea la que tenga un enfoque más habitual hasta ahora, pero no creáis que la serie se ha vuelto para nada perezosa o que ha perdido virtudes. De hecho, se siente más como una búsqueda de una mayor variedad narrativa dentro de este universo legal para que su protagonista pueda seguir mostrando sus grandes dotes como abogado. Y esa presión extra también ayuda a que la parte de suspense sea más efectiva.
Soy consciente de que la propia construcción de la historia tiene algunas costuras bastante claras, pero dada la escasez actual de series de este tipo, ‘El abogado del Lincoln’ sigue sintiéndose como un extraño soplo de aire fresco. Extraño porque tiene mucho más que ver con series de hace 10, 15 o incluso 20 años que con cualquiera que se emita actualmente, lo que al mismo tiempo la convierte en un oasis de lo más particular en el mundo televisivo actual. Por mí que hagan todas las temporadas que quieran mientras mantengan este nivel.
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La noticia
Netflix acaba de estrenar la temporada 3 de una de sus mejores series originales: por qué ‘El abogado del Lincoln’ sigue siendo un pasatiempo legal de primera
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por
Mikel Zorrilla
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