Cristina Cabrejas |
Roma (EFE).- A finales de junio de 1983 Roma estaba cubierta de carteles de la foto de una chica desaparecida: 15 años, morena, pelo largo, con una banda negra en la frente típica de la moda hippy de la época, pero nadie le hacía mucho caso, era una desaparición más. Hasta que las palabras de Juan Pablo II el 3 de julio, durante el ángelus, lo cambiaron todo.
“Estoy cerca de la familia Orlandi que está afligida por la desaparición de su hija Emanuela: confío en el sentido de humanidad de quien sea el responsable de este caso”, dijo el papa, que apuntaba el dedo contra quien la había secuestrado…el caso estaba abierto.
A partir de ahí se dispararon las investigaciones judiciales y periodísticas, pero, después de 40 años, realmente no se sabe qué es lo que ocurrió con la chica del Vaticano.
Porque la diferencia de Emanuela con las decenas de menores que cada año desaparecen en Italia es que era ciudadana vaticana.
Emanuela Orlandi desapareció el 22 de junio de 1983
El 22 de junio de 1983, la joven, hija de Ercole Orlandi, fallecido en 2004 y que trabajaba para el Instituto para las Obras de Religión de la Santa Sede, y de Maria Orlandi, salió dando un portazo del piso dentro de los muros vaticanos donde vivía con sus padres y tres hermanos, como la mayoría de los empleados del Vaticano.
Salió enfadada porque su hermano Pietro no la quiso acompañar a sus clases de flauta en la céntrica plaza romana de Sant’Apollinare y fue la última vez que la vio.
La familia Orlandi se presentó en las redacciones de los principales diarios de entonces, “Paese sera”, “Messaggero” e “Il Tempo”, pero nadie les hizo caso porque la actualidad periodística estaba marcada por los últimos coletazos del terrorismo de las Brigadas Rojas y la furia asesina de una nueva organización criminal que dominaría Roma: la Banda della Magliana.
Sin embargo, las palabras del papa lo cambiaron todo y desde entonces, cíclicamente y sin ningún resultado, la historia de la desaparición de la chica del Vaticano ha llenado las páginas de la historia italiana, convirtiéndose en uno de sus grandes misterios.
Comenzaron con los desvaríos de Ali Agca, el turco que atentó contra el papa Juan Pablo II y que aseguró que fue secuestrada para presionar en su liberación; después las llamadas de “Pierluigi” y “Mario”, dos desconocidos que intentaron engañar a los padres de Emanuela; o las dieciséis del “Americano”, llamado así por su acento y, que tras dejar claro que sabía algo, desapareció sin dejar rastro.
En 2000, nuevas pistas, pero nada concluyente
Años después, a principios de 2000, el programa de televisión “Chi lo ha visto?” que se ocupa de personas desaparecidas, recibió una llamada anónima para que se buscara a Emanuela en la tumba de Renato De Pedis, uno de los jefes de la Banda de la Magliana.
Poco después Sabrina Minardi, que había sido fue la compañera sentimental del mafioso, aseguró que la Banda de la Magliana secuestró a la joven.
“Renatino”, como se conocía al jefe de la mafia romana, estaba enterrado en la Basílica de Sant’Apollinare. ¿Por qué la Iglesia le dio este honor?.
Se buscó también allí en la tumba de De Pedis a Emanuela y después con los años salieron facturas de la residencia de monjas en Londres, donde supuestamente habría sido llevada Emanuela; también ha habido informaciones sobre un viaje a Cerdeña, grupos de pederastas entre los muros vaticanos… en definitiva, ríos de tinta, kilómetros de película, un documental en Netflix y decenas de novelas.
El penúltimo capítulo de la chica del Vaticano tiene lugar cuando en 2019 la abogada de la familia Orlandi, Laura Sgrò, explicó que habían recibido una carta anónima con una foto de la tumba con la frase: “busque dónde indica el ángel”.
El papa Francisco ha facilitado la investigación en el Vaticano
Con la llegada del papa Francisco se facilitaron algo las cosas en el Vaticano, siempre hermético en todos estos años, incluida la apertura de una tumba en el cementerio teutónico, donde se encuentra una estatua de un ángel que sostiene una sábana con el texto latino “Requiescat in pace” (Descanse en paz) dedicada a la princesa Sofía y al príncipe Gustavo von Hohenlohe. La tumba estaba vacía, se buscaba en el osario cercano. Nada.
Pietro Orlandi, el hermano de la niña y el rostro de la desesperación de la familia, continuó su lucha durante todos estos años y en enero pasado consiguió que en el fiscal vaticano abriera la investigación con nuevos documentos: conversaciones entre cardenales que hablaban de su hermana.
También este año el Parlamento italiano ha creado una comisión de investigación para buscar respuestas. ¿Conducirán a la verdad?.
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