Puede que Genki Kawamura no sea uno de esos nombres que de inmediato causan furor, por mucho que fuera uno de los encargados de producir los fenómenos de Makoto Shinkai con ‘Your name’ (y que la llevará a acción real) o ‘Suzume‘ y Mamoru Hosoda con ‘Belle‘ o ‘El niño y la bestia’.
Tras media vida encargado de producciones de anime, su llegada a la acción real resulta plástica, colorida, con ritmos y planos propios de una animación nipona que no necesita de grandes alardes técnicos para emocionar. ‘A hundred flowers‘ no te cambiará la vida, pero, sin darte cuenta, notarás una lagrimita corriendo por tu mejilla.
El adiós a los recuerdos
Kawamura vive obsesionado por el adiós a los recuerdos. Suyo es el libro (y el guion) en el que se basó la fabulosa ‘Si los gatos desaparecieran del mundo’, y en ‘A hundred flowers’ vuelve a atacar a esa parcela de los momentos que un día se disiparán, de las alegrías que no perdurarán, de las tensiones incurables e interminables que al final no significarán nada para nadie. Su nueva película aborda el Alzheimer desde una perspectiva que no es novedosa, pero sí sutil, bella y repleta de matices.
Si películas como ‘El padre’ apostaban por la espectacularidad narrativa desde el punto de vista del enfermo, ‘A hundred flowers’ se queda con otra cara de la moneda, el drama de un hijo que sufre al ver cómo su madre se pierde en las laderas del tiempo y tiene fijación en una imagen que es incapaz de recordar. Y para ello utiliza un tono mundano para hacer aún más fuerte la catarsis. Funciona, sí, aunque el camino puede hacerse muy cuesta arriba.
Al decir que ‘A hundred flowers’ bebe del anime es posible que muchos piensen en robots gigantes, acción trepidante o giros de cámara muy locos, pero no es así. Al estilo de obras como ‘Quiero comerme tu páncreas’ o ‘Fireworks’, la película vive en un slice of life que se hace excesivamente almibarado y un poco lento pero ayuda a no dejar de lado nunca la emoción a flor de piel, que solo surge cuando todos los elementos están en posición. Como si fuera una partida de ajedrez, toda la cinta prepara bien las piezas para hacer un jaque mate a tus lacrimales.
Vestida de colores, se fue, ¿dónde está?
Sin embargo, la película de Kawamura, basada en su propia novela, nunca termina de despuntar del todo, quedándose a medias de la sensibilidad que pretende derrochar y con un personaje principal que no por comprensible es menos desagradable. ‘A hundred flowers’ aprovecha cada tópico del cine sobre enfermos de Alzheimer y es capaz de dar algún que otro giro esperanzador en su juego entre las diferentes líneas temporales, pero el devenir de los días no está tan inspirado como al director le gustaría.
La dicotomía que se plantea en la relación materno-filial (ella queriendo recordar sin éxito y él pretendiendo olvidar sin poder hacerlo) llega a un punto de encuentro que, desprovisto de artificio y de magia, no consigue redondear una película que podría haber dado mucho más de sí. Dos personas envueltas en reproches que ni siquiera pueden discutir encontrando el amor en medio de la neblina siempre será una historia bonita, pero en este caso le falta la sensibilidad adecuada.
Lo mejor de ‘A hundred flowers’ es el juego que hace con sus tres líneas temporales y los paralelismos entre las mismas, que añaden capas al desastre emocional. El problema es que el desarrollo de la película no es el que ella misma está buscando, y convierte lo que debería ser un profundo drama de personajes perdidos en sus recuerdos en una película que parece producida de retazos de otras y a la que le falta una mano maestra que consiga mantenerla en pie durante un segundo acto mortecino en el que los mismos teman vuelven una y otra vez, a veces (acertadamente) de forma casi poética, y otras como simple matraca que puede llegar a hastiar.
‘A hundred flowers’ tiene mejores intenciones que acabado, y mejores actuaciones que guion. No por ello es una cinta prescindible, ni mucho menos: en su metraje nos encontraremos con los suficiente hallazgos fílmicos y planos estéticamente bellos como para que su visionado merezca la pena. Otras películas han tratado con mayor sensibilidad y acierto el Alzheimer, pero eso no la hace falta de interés. Porque a veces, solo necesitamos que nos recuerden que la vida es un momento en el horizonte que se quedará grabado pase lo que pase.
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La noticia
‘A hundred flowers’ es bonita y cuidadosa con unos personajes rotos por sus recuerdos y olvidos: Genki Kawamura bebe del anime pero su salto a la acción real no logra todo lo que se propone
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por
Randy Meeks
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