Lo que parecía que iba a ser un suceso curioso convertido en enemistad por mero morbo, especialmente con un director y su antiguo estudio involucrados, se ha convertido de manera extraordinaria en el gran evento que ha vuelto a poner el cine en la primera plana de la discusión cultural. ‘Barbenheimer‘, la unión entre ‘Barbie‘ y ‘Oppenheimer‘, empezó como un meme para terminar transformado en una celebración del cine con mayúsculas.
De manera progresiva dejó de ser importante escoger cuál de las dos películas ver en el fin de semana del 21 de julio, la de Greta Gerwig o la de Christopher Nolan, para pasar a escoger cuál se iba a ver antes que la otra. O, en su versión más intensa, en qué orden verlas para disfrutar del ‘Barbenheimer’ en toda su extensión. De una manera un poco accidental terminé haciendo esto último, viviendo en salas de cine ambas películas el mismo día. Al final, fue la mejor decisión posible.
Dos películas, un mismo cine
Claramente tenía interés en ambas películas. Sobra explicar por qué una nueva película de Christopher Nolan es un evento, mientras que ‘Barbie’ juntaba una disposición a abrazar la fantasía y el humor más desprejuiciados con la curiosidad de cómo encajaba ahí Gerwig, una directora que ha hecho trabajos tan personales como ‘Lady Bird‘ o ‘Mujercitas‘. No obstante, verlas el mismo día no fue el plan original hasta que las circunstancias se fueron alineando.
Sin comerlo ni beberlo, tenía planificada una buena tarde-noche de cine con características bastantes diferentes, y también con públicos diferentes, con una hora entre medias para hacer descompresión y también cenar algo. Hasta tenía adquirida una camiseta temática de ‘Barbenheimer’ porque hace tiempo que no me importaba parecer un meme y porque la evolución del fenómeno había convertido el cruce en algo que merecía la pena ser celebrado y recordado.
Antes de entrar en detalle con las películas, hay que señalar que el orden es importante. Ya tenía el presentimiento, y algunas personas que vieron las películas por separado me hicieron sugerencias en la misma línea: ver primero ‘Oppenheimer’ durante la tarde, con toda la intensidad propia de la temática nuclear y la dirección de Nolan, para luego entrando en la noche destensar a través de la fastuosa comedia de ‘Barbie’. El juego de contrastes en esa dirección va en beneficio de la experiencia.
Es difícil pensar que tras el cóctel de diversión autoconsciente de ‘Barbie’ fuese a entrar tan bien una cinta en la que Nolan ya transmite tintes trágicos desde el inicio. Empezar con ‘Oppenheimer’ la velada facilita mentalizarse ante una película que te mete en una turbina durante tres horas, con un director sacando lo mejor del cine para padres para contar una historia de traiciones, de culpas que no se pueden desprender fácilmente y de las complejas relaciones entre la ciencia y el poder.
Fue fácil entrar ya que Nolan se muestra en su mejor nivel cinematográficamente hablando. El uso del IMAX le ha obligado a dar siempre una interesante dimensión a un sinfín de secuencias de diálogos en despachos, empleando también interesantes trucos artesanales y la música de Ludwig Göransson para hacer más dinámica las partes de explicación científica. Su interesante montaje logra que fluya la transición entre las diferentes líneas temporales y las tres horas de duración, que terminas extasiado, preocupado y un poco agotado.
Meterse en un pase de ‘Barbie’ inmediatamente después quizá habría sido contraproducente, de modo que la pausa para cenar y para un pequeño paseo resulta más que recomendable. Un poco como estar de festival de cine, pero sin ansiedad por llegar al otro pase que está en un cine lejano. Ese pequeño rato de proceso es lo que luego hace que la experiencia de Greta Gerwig sea absolutamente refrescante.
Resulta obvio que ‘Barbie’ es una película muy distinta, muy anclada en la comedia de estudio con un interesante grado de autoconsciencia sobre el papel que ocupa la muñeca en el mundo y en el feminismo. Gerwig se atreve a cuestionar esas cosas de una manera inteligente y estimulante, sin dejar de lado el humor más comercial y moderno posible. Payasa pero también muy sentida, capaz también de hacer un emocionante alegato por la vida incluso cuando todo a tu alrededor te invita al pesimismo porque todo parece una mierda. Es una respuesta muy agradecida y, aunque no me gusta decirlo demasiado, necesaria.
‘Barbie’ se convierte también en una celebración vital tras un inicio de ansiedad existencial, marcada por el miedo a la muerte. Un miedo a la muerte que la conecta con lo que está contando Nolan en ‘Oppenheimer’, donde concluye una interesante etapa en la que se ha mostrado interesado por las consecuencias de amenazas a lo grande, como lo nuclear, y la tendencia humana a destruirse mutuamente de la manera más violenta. Películas como ‘Dunkerque‘ y ‘Tenet‘ exploran esas sensaciones de inquietud que se vuelven auténtico terror en el biopic con Cillian Murphy, por lo que el viaje que propone Gerwig después es un bálsamo estupendo.
Lo de ‘Barbie’ fue también una experiencia cinematográfica estupenda porque la inmensa mayoría de los chistes arrasaron en la sala en la que me encontraba. Pocas cosas superan reírse al unísono con una comedia, y la metralleta de Gerwig lograba ese efecto prácticamente todo el rato, ya que supo meterse al comienzo a la audiencia en el bolsillo con una propuesta clara y divertida. Algo similar consiguió Nolan en mi pase de ‘Oppenheimer’, aunque de manera distinta. Su poderosa narración y la intensidad física de la historia, sumado al beneficio de la duda que se ha ganado con su filmografía, hizo que la gente de mi pase también estuviese metida en lo que contaba.
Encontrarse dos audiencias tan metidas en propuestas tan distintas, pero tan marcadas por las voces de sus respectivos autores, especialmente en un momento de confusión de Hollywood viendo que no cuajan las quintas, sextas o séptimas secuelas de sus franquicias, deja un inequívoco sentimiento de esperanza. Esperanza porque todavía se puede disfrutar del mejor cine en una sala. Aunque el streaming va a estar ahí, tener la posibilidad de estar con desconocidos metidos por completo en una historia y un tono muy concreto es algo superior. Sí, es posible que me esté pasando de naïve, pero lo que viví ese día fue realmente redondo y me recordó por qué prefiero ir al cine.
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La noticia
Hice el ‘Barbenheimer’ en un día y fue la mejor decisión posible: una gran doble sesión de la mano de Gerwig y Nolan que devuelve la fe en la experiencia del cine en salas
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por
Pedro Gallego
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