Mohamed Siali |
Rabat (EFE).- Los migrantes que estuvieron hace un año en la tragedia de la valla de Melilla que costó la vida a 23 personas, casi todas de Sudán, siguen en Marruecos decididos a llegar a Europa, con la imposibilidad ahora de volver a su país por la guerra y ante un creciente control marroquí que les empuja a buscar otras vías como Túnez.
En una habitación de cuatro por tres metros del barrio popular de Labitat, en Rabat, viven cinco jóvenes sudaneses. Todos esperan la oportunidad de cruzar por tierra a las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, situadas en el norte de Marruecos, porque hacerlo en patera es demasiado caro: entre 6.000 y 8.000 euros por persona.
En la habitación húmeda y sin ventanas donde viven los cinco jóvenes apenas hay espacio para sus colchones, que extienden para acostarse. Sentados sobre ellos conversan con EFE acerca de la emigración y del nuevo conflicto que estalló en Sudán.
“Tenemos dos opciones: intentar acceder a Ceuta y Melilla o buscar otro camino que no pase por Marruecos. Para salir por mar desde aquí se necesita dinero y nosotros no tenemos ni para comer”, comenta Mohamed Hasán (28 años).
Hasán era una de las alrededor de 2.000 personas, en su mayoría sudanesas, que intentaron cruzar a Melilla el 24 de junio de 2022 por el puesto fronterizo del Barrio Chino en uno de los intentos más mortales que se recuerdan en esa frontera.
“Perdí el contacto desde entonces con varios amigos que estaban conmigo ese día. Hasta hoy están desaparecidos. No sé donde están, pero seguro que no han entrado”, lamenta Hasán. Las ONG hablan de 64 personas desaparecidas tras el cruce.
Los retornos voluntarios, paralizados
Según indicaron a EFE fuentes del Ministerio marroquí del Interior, 40 sudaneses volvieron a su país en los últimos 12 meses en el marco del programa de retorno voluntario coordinado por la Organización Internacional de Migraciones (OIM).
La OIM detalla que durante este período se inscribieron 204 sudaneses en el programa, del que se beneficiaron 2.400 migrantes en 2022. Pero a raíz de la nueva guerra en Sudán, el pasado 16 de abril se decidió suspender temporalmente el programa.
Las organizaciones de atención a migrantes sitúan en el verano de 2021 el comienzo de la llegada de sudaneses a Marruecos y contabilizan entre 3.500 y 4.000 en un año. Acnur comenzó a registrar demandantes de asilo de esta nacionalidad en junio de ese año y contabilizó 1.300 peticiones hasta julio de 2022.
Según Interior, las autoridades del país magrebí abortaron en 2022 4.600 tentativas de emigración clandestina con presencia de sudaneses, del total de las 40.589 registradas ese año. En 2020 los sudaneses solo estaban presentes en 40 intentos.
De vuelta a Túnez para intentar por Italia
Según los testimonios de fuentes de seguridad y de algunos inmigrantes, ante el recrudecimiento del control fronterizo la mitad de los sudaneses ha abandonado Marruecos para dirigirse a Túnez, su nuevo destino para cruzar a Europa vía Italia.
Entre ellos está Adnán (30 años, nombre ficticio), que participó en el intento de salto a Melilla del 24J. Cruzó el pasado día 9 a territorio argelino con destino a Túnez, aunque hasta el momento no ha dado señales de su llegada.
“Si tiene suerte llegará a Túnez, pero si cae en las manos de las autoridades argelinas lo deportarán al norte de Níger”, explica a EFE su amigo Ibrahim Nur (nombre ficticio, 25 años), que comparte habitación con los sudaneses de Rabat y se unió en octubre pasado a un nuevo intento de acceso a Melilla.
Este movimiento migratorio, frustrado por las autoridades marroquíes, concluyó con la detención de decenas de migrantes. Nur fue uno de los arrestados, posteriormente condenado a tres meses de prisión, y denuncia haber sido maltratado y juzgado sin abogado.
Racismo y detenciones en Marruecos
Los migrantes entrevistados por EFE denuncian racismo, discriminación laboral y dificultades para encontrar alojamiento, entre otros problemas. También hay marroquíes, destacan, que les ayudan con dinero y comida.
“No todos los marroquíes son racistas, pero hay algunos que sí. Lo vivimos en el trabajo y en el transporte. Cuando encontramos trabajo como jornaleros nunca nos paguen como a un marroquí”, lamenta Mohamed Adam (23 años).
Adam denuncia que las autoridades marroquíes lo alejaron de Rabat dos veces en los últimos doce meses. Una vez a Agadir, a 550 kilómetros, y la otra a Beni Mellal, a 230 kilómetros. “Tengo estatuto de refugiado y no lo respetan”, lamenta.
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