Cuando apareció en 2007, ‘Californication‘ vino a ser otro ejemplo de lo que Showtime era capaz de hacer en términos de riesgo creativo: ya había producido la versión estadounidense de ‘Queer as folk‘, había rehabilitado a algunos de los mejores directores de terror con ‘Masters of horror‘ y tocaba el cielo con ‘Weeds‘ (sobre una ama de casa convertida en traficante) y ‘Dexter‘, la serie del asesino en serie simpático. Fíjate cómo era la cosa, que en Espinof nos preguntábamos si España estaría preparada para Showtime…
Desde la primera escena del piloto, en el que Hank Moody (David Duchovny) sueña que está en una iglesia donde una monja le practica una felación, sabemos que la serie creada por Tom Kapinos viene a provocar. Y lo consigue, aunque su concepto de provocación sea reiterativo, cansino e infantil.
La enfermedad de escribir
Es curioso cómo el oficio de escritor resulta atractivo para el audiovisual, sólo en la medida que suponga sentar el trasero frente a un teclado. Las frases, afiladas; la inspiración, divina; el güisqui, siempre al lado.
A ‘Californication’ le gusta mucho esta estampa, porque poner al personaje principal leyendo (qué digo leer, bastaría con que tocara un libro que no fuera suyo), que es el otro 50% del oficio de escribir, suena demasiado aburrido y no da ni para un montaje abracadabrante.
No oculta además que una de las principales inspiraciones para la personalidad y el modo de vivir de Hank sea Charles Bukowski, escritor estadounidense caracterizado por la misoginia y la promiscuidad, la prosa suelta y afilada y el alcoholismo. Sin ir más lejos, el alter ego habitual de Bukowski en sus historias es Henry “Hank” Chinaski y, qué demonios, en un episodio definen a Moody como una mezcla de Bukowski y Baudelaire. La sutilidad no es el punto fuerte de ‘Californication’, no.
Garras del paraíso
Cuando le conocemos, Hank Moody tiene bloqueo del escritor en el peor momento posible, esto es, en el momento en que se convierte en superventas gracias a una adaptación cinematográfica de su última novela. Como tantas y tantas cosas, uno de los elementos que peor ha envejecido: la película es una comedia romántica protagonizada por Tom Cruise y su esposa de entonces, Katie Holmes.
Si consiguiera escribir otra novela, se mantendría en la cima, pero no puede ni juntar dos líneas y rechaza cada encargo que su agente, Charlie (Evan Handler), le consigue. Y sin embargo, esto no es lo peor.Porque Hank estaba casado, pero ya no. Su tendencia autodestructiva, su actitud despreocupada para casi todo y sus devaneos alcohólicos consiguieron que Karen (Natasha McElhone) se separara de él y se llevara a Becca (Madeleine Martin). Y ahora Karen se va a casar con Bill (Damian Young), un tipo aburrido que parece todo lo contrario que Hank.
El punto de partida de ‘Californication’ es cómo Hank, en pleno bloqueo del escritor y a raíz de un día algo penoso que culmina con él acostándose con la hija de Bill, Mia (Madeline Zima), recompone un poco su vida, madura a través de la pérdida y aprende a aceptar que podría vivir sin Karen. Al principio, dice que su ex pareja es su musa y pasa el tiempo yendo a casa de Bill para flirtear, pero el incidente con Mia, a pesar de no saber en el momento que es menor de edad y que es la hija de Bill, le complica las cosas… y le ayuda a ponerse frente al teclado.
El amor es un perro del infierno
‘Californication’ se divide de facto en tres bloques: la primera temporada, de la segunda a la cuarta y el resto. Claro que todas comparten ciertos elementos, como el constante desfile de pechos femeninos o una fotografía contrastada, con intervalos videocliperos grabados como en celuloide sucio y acompañados de la banda sonora de Tyler Bates, pero el declive es evidente.
Como suele pasar, la serie deriva hacia la caricatura y hacia la reiteración. Algo se atisba cuando, después del final redondo de la primera temporada, volvemos a los mismos problemas con distinto collar de las temporadas dos a cuatro. Justo después, en la quinta, está el punto exacto en que la caricatura se hace más evidente y dolorosa: cuando, por cuarta vez, la vida de Hank parece encarrilarse para saltar por la borda.
A partir de la forzadísima tabula rasa que hace la quinta temporada, la serie pretende deconstruir a Hank Moody y de formas muy poco obvias, ponerle frente a varios espejos de partes de sí mismo: verá un hombre aún más desatado por sus vicios, una forma retorcida y parecida a su amor obsesivo hacia Karen, simulacros de su vida y experiencia como escritor y su experiencia como padre frente a alguien menos maduro que Becca y que él.
Y es que, a esas alturas, ya sabemos que Karen acabará con otro hombre bueno, obviamente mejor que Hank en muchos aspectos, que tirará para volver a hacer ojitos a nuestro protagonista mediante cualquier excusa argumental. Lo mismo para Hank: una vez descartado que Karen sea su musa, pues sin bloqueo, Hank pasa a ser insultantemente prolífico: novelas, guiones de cine y tele, una ópera rock…, el personaje de McElhone se queda como madraza y recipiente de un amor irreal bastante injustificado.
Shakespeare nunca lo hizo
Por muy ridículas que sean las situaciones en las que se mete Hank, digamos que siempre tiene un resquicio de dignidad gracias al aplomo de David Duchovny, pero su mejor amigo en la ficción, Charlie, no tiene la misma habilidad para aterrizar de pie.
Con sus idas y venidas con su esposa Marcy (Pamela Adlon) y sus descensos a distintos infiernos, el personaje de Evan Handler llega un punto en que queda poco de aquel agente literario de la primera temporada. Es una carcasa, un payaso cuya valía solo se intuye fuera de campo y que recupera de manera sorprendente algo de dignidad en la última temporada.
A partir de la cuarta temporada, ‘Californication’ llega a ser casi una versión obviamente recatada de aquellas comedias pornográficas de los setenta, cuando aún se consideraba que se podía hacer algo parecido a cine y por tanto a replicar géneros cinematográficos con actos sexuales explícitos y justificados con comedia bufa y juegos de palabras que darían vergüenza a un colegial.
La muestra más exagerada, ese Charlie que va a un parque de bolas con su hijo y acaba protagonizando un vídeo sexual de la forma más inesperada, surrealista y poco trabajada de la serie. Quizá, si lo ocurrido fuera algo puntual, un inesperado escarceo sexual en un sitio tan improbable, hubiera sido más potente, pero venimos de varias temporadas en las que Charlie se mete en una escena sexual hasta comprando el pan.
Habría que distinguir los actos más o menos justificados por la trama, o acorde al desarrollo de un determinado personaje, con aquellos que sirven para enseñar pechos porque sí. No hay ganas de lo primero, ni pudor para frenar lo segundo. Y bueno, ya sabemos que el desnudo masculino está peor considerado y es menos vendible al público potencial de la serie: poco que comentar por ahí. El target lo tuvieron muy definido.
Lo más importante es saber atravesar el fuego
¿Significa todo esto que ‘Californication’ sea una mala serie? Algunos y algunas diréis que sí, o que apenas llega a mediocre, en base a lo leído antes, pero tiene algunas cualidades que podrían salvarla del pozo de vergüenza ajena al que cualquiera con más de quince años la relegaría.
El más importante, y ahora que soy padre, entiendo aún más, es la relación de Hank con su hija Becca, el verdadero motor sentimental de la serie. Hank puede decir de boquilla lo mucho que ama a Karen y que los hechos y los pechos se le pongan en contra, pero sólo la decepción de su hija puede hacerle daño de verdad.
Becca funciona a la vez como el payaso serio de la función y como genuina fuente de preocupaciones cuando se deja llevar. Y lo más importante, que frente a la caricatura de los mayores, parece una joven de trece años a la que vemos crecer a lo largo de las temporadas. Una persona real metida en un circo de tres pistas en el que a veces no le importa actuar y que lucha por estirar los límites, incluso cuando estos son más bien laxos, como pasa con su padre. Una mujer que se desarrolla poco a poco y a la que ponemos bajo nuestra ala.
Por eso, cuando la última temporada la relegan en favor de Levon (Oliver Cooper) con el objeto de mostrar cómo muchas veces el sentido común de Becca evita que el propio Hank sea un padre de mierda, la serie se resiente. Puede estar Karen por ahí, pero la distancia entre Hank y Levon ahonda aún más el hueco que deja. Falta amor.
Otro punto a favor: el caos en su mejor acepción, porque si el desorden es la ausencia de orden, el caos es la ausencia de sentido. Y ‘Californication’ sabe preparar el escenario, como si fuera una máquina de Rube Goldberg, para una buena escena caótica en la que nunca vas a adivinar lo que pasará a continuación, ni las consecuencias que tendrá.
Incluso en las últimas temporadas, cuando la serie está desgastada, juega a tocar los mismos acordes una y otra vez y hasta el personaje de Rob Lowe deja de tener gracia, incluso ahí, la serie se toma la molestia de crear situaciones disparatadas que se salen de madre y que funcionan como un tiro.
El último punto es que, incluso en sus momentos más bajos y soeces, ‘Californication’ tiene un punto tierno, de cariño a la mayoría de sus protagonistas. Pueden ser escenas de transición que valen más que media hora de diálogo (como Hank dejando a Becca conducir, momento merecidamente inserto en la propia intro de la serie) o la aparición esporádica de una prostituta interpretada por Judy Greer con un corazón de oro.
La gente parece flores al fin
Y aquí tenemos la gran paradoja de esta serie: nació con ánimo de escandalizar, levantar cejas y arrancar alzacuellos, pero se la recuerda por todas aquellas veces que descubrió que una historia adulta no implica (solo) desnudos o palabrotas, sino situaciones adultas, complejas, tristes, miserables, descacharrantes, desgarradoras.
Cuando, si hacemos un paralelismo con aquella maravillosa ‘Del revés‘ (‘Inside Out’) en el que un recuerdo alegre esconde un momento triste, conseguía que una escena a priori tan sencilla como una chica dando un puñetazo al hombre con el que se está acostando adquiriera capas de significado a lo largo de varias temporadas.
Puede que el título de su libro más famoso fuera ‘Dios nos odia a todos’, pero la vida del segundo personaje más icónico de David Duchovny podría titularse ‘Hank os quiere a todos’.
Ruiseñor, deséame suerte
Puede parecer extraño, llegados a este punto, que la crítica siga, pero este apéndice se hace necesario porque ‘Californication’ podría haber desaparecido. Otra vez. Vino a nuestro país a través de Fox en el 2008, pasó por varias plataformas de streaming como Netflix y, por fin, parecía que se quedaría en Sky Showtime, donde puede verse actualmente.
Durante un tiempo, ‘Californication’ estuvo a punto de recoger sus historias y desaparecer, tirada de hilos invisibles unidos a contratos enmarañados por fusiones y tejemanejes corporativos. Tuvo incluso una cuenta atrás que desapareció con el plazo cerca de terminar.
Es, vaya, el mundo que nos ha tocado vivir. ¿Volverá a hacer amago de esfumarse o podremos decir que nadie la tocará de Sky Showtime? No lo sé, pero sí puedo decirte que una maratón con las cuatro primeras temporadas, con capítulos de media hora, puede salirte a cuenta por si las moscas. Para Hank Moody, los excesos son varios días de alcohol y relaciones superficiales; para ti, 20 horas frente al sofá.
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La noticia
Hay varios motivos por los que ‘Californication’ es la segunda serie más recordada de David Duchovny, y ninguno son los desnudos
fue publicada originalmente en
Espinof
por
Adrián Álvarez
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