Nicolas Cage ha vuelto a subir las escaleras del Gran Teatro Lumière del Festival de Cannes como protagonista incuestionable de ‘The Surfer‘, en un paseo a medianoche por la alfombra roja de esa selecta colección de películas clasificadas como “Midnight Screenings”. No es para menos, porque ‘The Surfer’ es un recital de Nicolas Cage, una película-acontecimiento a medida y una total gamberrada nocturna.
‘The Surfer’ es Nicolas Cage como género. Indiscutible. Una película inconcebible en manos de cualquier otro. Pero ‘The Surfer’ es también Lorcan Finnegan y una visión de autor específica. Una película que consigue aunar lo mainstream con los rasgos hasta ahora recurrentes en la cinematografía del cineasta irlandés en un festival de la bronca, como sólo el icónico actor de meme podría brindarnos.
Un acaudalado padre de familia americano venido a menos viaja a la playa de su infancia con un único objetivo: recuperar la casa que perteneció a su padre en la bahía australiana en la que aprendió a surfear, y con ello recuperar a su mujer y su hijo tras su divorcio.
Con el verdadero propósito de cerrar la compra millonaria de la casa por la que lleva esperando toda su vida, pero bajo el pretexto de enseñar a su hijo a surfear en “las mejores olas del mundo”, Cage se lanza al mar, neopreno y tabla en mano, donde es interceptado por un grupo de bullies que reclaman las olas como un territorio sólo para locales.
Matones y gangsters de outfits playeros y fogatas nocturnas en una persecución agotadora, estilo Cage, en un escenario idílico transformado en asfixiante en la peor de las pesadillas de la mente humana. Película a contrarreloj de persecuciones y carreras, de pandillas y cacerías pero también tremendo terror psicológico en un clásico drama familiar que sin el icono de la acción desproporcionada y el estilo autoral de Finnegan habría sido un buen match para la sobremesa del domingo.
Una película disfrazada de acción que en realidad profundiza sobre la corrupción de los propios principios, de fatal desenlace. Siguiendo ese interés temático mostrado en sus dos anteriores largos, ‘Vivarium‘ y ‘Nocebo‘, Lorcan Finnegan ahonda en la psicología de un personaje torturado por la culpa y poseído por los fantasmas de un pasado idealizado que le arrastran hasta el más profundo de los agujeros del alma humana en una espiral imparable de violencia y obsesión.
‘The Surfer’, el universo Finnegan
Como ya hiciera en su momento Eva Green en ‘Nocebo’, el personaje de Nicolas Cage se adentra en un terrible descenso a lo peor de su conciencia en el que todo vale por el fin de alcanzar una cierta expectativa autoimpuesta y que desata los demonios interiores hasta perder el sentido de la realidad. Una línea desdibujada que no sólo cruza el personaje, sino también la percepción del espectador.
En una progresión delirante que recuerda de nuevo a lo anterior en la filmografía del director, nuestro sentido de la orientación se pierde con el de Cage en un trance onírico que culmina en estado catártico entre rituales de paso y chamanismo moderno.
A través de recursos estilísticos que recuerdan ese mismo viaje interior de Eva Green en ‘Nocebo’, rostros desfigurados, fiebres y alucinaciones, imágenes que se tambalean y se retuercen, sufrimos con Nicolas Cage el impacto de una transformación radical que mantiene sin aliento durante todo el metraje.
También referenciando a ‘Vivarium’, la idea del deterioro en bucle de un concepto en origen idílico, que enrarece el ambiente ya de por sí opresivo de una comunidad cerrada no da tregua en esa sensación angustiosa de jaula de oro sin vía de escape. Un estado de tensión permanente que provoca claustrofobia incluso en la costa más paradisíaca del planeta.
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La noticia
Festival de Cannes: ‘The Surfer’, una pesadilla paradisíaca que nos sumerge en la mente desquiciada de Nicolas Cage
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por
Sara Martínez Ruiz
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